Basura o publicidad

PARECE que 2009 ha empezado en Francia con la retirada de la publicidad de las cadenas públicas. Una decisión que por aquí abrazan los más reaccionarios del liberalismo y, claro, quienes tienen intereses en las cadenas privadas. Pero a cada uno lo suyo. El modelo televisivo por estos lares es algo muy parecido a lo que el día de los Reyes Mayos. Un misterio sin resolver. Los espectadores descubren un día que eso de tener una tele no depende de las cadenas; depende más bien de los favores políticos. Porque desde el principio las cadenas públicas convivían con la publicidad. Llegó un buen día en que a algunos privilegiados, empresarios con aspiraciones de poder, se les permitió poseer un cadena. Apenas fueron tres. Luego un nuevo pelotazo elevo la cifra a otras dos. Jamás quién se encargó de hacer de Melchor, Gaspar y Baltasar se planteó revisar si esas cadenas privadas habían sido buenas y si, de verdad, estaban cumpliendo con las expectativas con las que habían sido elegidas. Ninguna de sus majestades actuales parece dispuesta a quitar el juguete de la televisión a aquellos que la mantienen con contenidos basura con el fin de conseguir un público vulnerable que pueda ser también manipulado políticamente. Pocos conocen a sus majestades y si son ellos los que deciden quién puede tener o no una televisión. Algunos dicen que no existen y que son los padres, es decir los del gobierno, los que premian o marginan a la hora de traer o no una cadena de televisión. Si copiamos a los franceses también habrá que pedirles a las cadenas privadas que ejerzan el servicio público que un medio de comunicación está obligado. Vale: menos publicidad para las teles publicas pero, a cambio, que echen menos basura en las privadas. ¿Dónde hay que firmar?

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