Once años

Para los de Cuatro lo de la Eurocopa ha sido como un viaje en globo. Ahora que se ha acabado vuelven a estrellarse en sus registros anteriores. Vamos, que la audiencia ha tenido su momento de debilidad, pero es pertinaz como ella sola y vuelve a sus viejos hábitos. Es decir, a echar unas risas con Camera café y lo que se haga con Hospital central . Claro que ayer fue un día duro para buena parte de los espectadores. Tocaba fajarse con la cruel realidad que a diario nos chantajea. Ayer hubo que agarrarse al cojín para enfrentarse a la fatal cuenta atrás de la miniserie que emitía Antena 3 coincidiendo con el undécimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Once años no son nada para asumir con cierta distancia aquel brutal sin sentido. La tele en este caso actuó de diván. No sé hasta qué punto la recreación fue de masiado realista o directamente funcional. El caso es que sirvió para que buena parte de la sociedad se enfrentara directamente con la atrocidad de aquellos actos: la impotencia de una persona ante su final y la de toda una sociedad al no ser capaz de impedirlos. Y claro, quien acabara el día viendo El caso Wanninkhoff seguramente habrá tenido esta noche toda clase de pesadillas. Meter la realidad en la ficción es una de las tareas más interesantes que puede ofrecer la televisión. Una vez que los servicios informativos y los documentales han dicho todo lo que pueden decir se queda toda una constelación de pequeños detalles que hay que decidir y sólo se pueden resolver si se hace el trabajo de recrearlos. Primero Zapatero en el congreso de los Diputados e Ibarretxe en ETB 2 y la despedida de Mujeres desesperadas, nadie diría que apenas hace tres días todo el mundo se reunía en Cuatro a dar brincos con los goles de la selección. La tele, en fin, ese electrodoméstico capaz de reunir, asustar y sacudir casi todas las conciencias.

Mujeres del tiempo

JUNTO al efectivo Podemos, eslogan con el que Cuatro ha dado la brasa durante estos días, habría que colocar la frase de «Yo sobreviví a la Eurocopa». Porque las cadenas tienen como criterio sagrado el de jamás hablar de los contenidos de su competencia. No ofrecer ni un pelo de publicidad para no dar ideas a su trabajada audiencia. Pero esta norma se rompe cuando hablamos de fútbol y de una docena de cracks del deporte. Resulta curioso que se hagan programaciones para que los espectadores no se vayan de la mano del mando a distancia al fútbol y luego vengan los periodistas de la cadena a reconocer que el partido fue espectacular cuando en realidad deberían haber estado viendo sus propios programas. Reconocen que no, que ellos también disfrutaron con el fútbol de la selección que casualmente ponían en Cuatro. Pero dejemos ya de hablar de la Eurocopa y vayamos entrando en materia veraniega. Después de leer en estas mismas líneas la jubilación de Maldonado, lo veo con otra intensidad. Sus bajas presiones y su anticiclón de las Azores me provocan nostalgia. La verdad es que su figura ha ido engordando, con el paso de los años ocupaba cada vez más pulgadas de la pantalla hasta tapar casi todo el mapa, pero su estilo se ha mantenido intacto, camuflado su acento andaluz y esa lectura automática como de niño aplicado al que le faltara el aire para decir todo lo que sabe. Y es que Maldonado fue el sustituto natural del conocido como el hombre del tiempo figura emblemática de los primeros años de TVE que en su momento fue Mariano Medina. Una de las personas más populares tanto por su gracejo como por sus fallos garrafales en las predicciones. A Maldonado lo prejubilan, a Picazo lo mandan a presentar realitys pues ojo Urko y Alex el tiempo en TV, con el permiso del franciscano Pello Zabala, parece cosa de mujeres.