Simpson y Bea

LAS fiestas y el deporte le dieron a uno la oportunidad de perderse el soporífero recuento de Eurovisión. Esa cacofonía horripilante (Spain cho point ) que se repite cada mes de mayo y que a uno le ponen los pelos de punta. Aunque puestos a repetir los que no tienen ningún pudor son los de Antena 3 con Los Simpson. Esta serie va a batir todos los récords. Se repiten una y otra vez los capítulos y sólo cambian las voces. Al parecer, los dibujos no cobran derechos de autor pero sí lo hacen los actores de doblaje. Al personaje del señor Burns se le conocen 4 voces diferentes y a su amado Smithers ya he perdido la cuenta de cuántas veces le han cambiado la voz. Lo cierto es que, hable quien hable, le pongan la voz que le pongan, Los Simpson concitan día a día una atención que no consigue el resto de los programas que compiten con ellos. Este fenómeno televisivo que consiste en la repetición se sale de toda lógica. Los amantes de la serie conocemos las capítulos de memoria y hay gente que también anticipa los diálogos. Sin embargo, se sigue viendo. Estamos ante una contradictoria ceremonia televisiva, si en tiempos fue la lectura de La Biblia la que servía de refugio hay espectadores que encuentran en la revisión de Los Simpson un reconfortante rincón donde guarecerse y disfrutar.

Y hablando de repetición: Yo soy Bea. Poco a poco vamos viendo los milagros que el guión y la cosmética pueden hacerle a una chica fea. Este cuento del patito que todos los espectadores intuyen que acabará en tía buena y casándose con el hortera de Don Álvaro. Pues bien, dicen que la boda supondrá el abandono de la pareja de la serie pero no el fin de ésta. Está claro que en televisión las series o las mata la audiencia o no hay manera de que dejen de seguir alargando como si fueran churros. El caso es que no imiten a Los Simpson y comiencen a repetirla.

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