El Papa y el fútbol

Hasta hoy los caminos del Señor eran inescrutables, pero resulta que aparecieron Buenafuente y el Follonero y le pusieron un poco de chispa. Esas imágenes de Benedicto XVI recogiendo como un presente la guitarra de juguete de Rodolfo Chikilicuatre darán la vuelta al mundo. Y es que hay que reconocerle a Jordi Evole, el Follonero, la osadía, pero mucho me temo que ese atrevimiento está más que calculado por ambas partes. Unos se anotan el tanto gracioso de llegar con el instrumento, con perdón, hasta Su Santidad y éste mismo se apunta al fenómeno mediático del personaje televisivo. Con las imágenes, Buenafuente mete una goleada a su competencia digna de estudio en las facultades de periodismo. Los que también tienen hechos los deberes son los de Cuatro con sus partidos de la Eurocopa, preparados para delicia de millones de aficionados y pesadumbre del resto. Ahora que las ligas y competiciones europeas llegaban a su fin, aparece esa sobredosis de fútbol internacional. Hay gente que ya está temblando. Lo cierto es que, salvo las tediosas pachangas veraniegas antes de cada temporada, el éxito del fútbol en televisión es algo que se puede comprobar cada vez que se retransmite un partido en el que se juegue algo. En tiempos de crisis el deporte rey fue capaz de convencer a una familia de comprar un televisor nuevo para estar bien preparados para el espectáculo del fútbol. Mientras los aficionados al fútbol descuentan las hojas del calendario para ver esos partidos estelares en Cuatro deberían ir pensando en devolverle el golpe Luciana a La Sexta. Regalarle a Su Santidad una bota o una camiseta firmada sonaría a copia, pero convencerlo para que acepte un puesto de comentarista en la cadena sería un puntazo. Se imaginan a Michael Robinson con el saludo: «¿Qué pasa, Benedicto?»

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