Debates y tambor

UNO siente especial ternura porque en TV se siga la fórmula de hacer del debate un espectáculo. Lo intentan en 360º, los bordan a veces en 59 segundos y en Políticamente incorrecto. El problema es que estamos ya en campaña electoral y estos espacios que en mitad de la legislatura eran pura declaración de intenciones, ahora adquieren una actualidad y una importancia que para qué les voy a explicar. Pero al mismo tiempo, los invitados a estos espacios les comienza a entrar una especie de mal escénico y muestran su verdadera cara, ahora que tienen que quitarse las caretas porque les toca vender sin tapujos su mercancía política. Lo que eran programas en los que cabía un poco de entendimiento ahora se convierten en puro espacio electoral sin que la razón encuentre aliados. Los protagonistas lanzan sus argumentos pero el público ya se los conoce. Les pasa un poco como cuando retransmiten La Tamborrada, el Pobredemí y los fuegos artificiales: que no dan para un directo de más de quince minutos porque el espectador enseguida tiene la sensación de que eso ya lo ha visto y cambia de canal. Da igual si el realizador es el Spielberg o que los comentarios vengan de la voz más susurrante de Charlize Theeron. En la Tamborrada como en los mítines hay que estar en vivo y en directo, con los pies sobre los adoquines de la plaza. A uno se le escapa qué hace toda esa gente ahí abajo aunque como ayer en Azpeitia y ya era hora, no lloviera. Pero cada año me llevan la contraria y ahí están. Con sus cámaras intentando planos imposibles por la escasa luz y chocando contra la disciplina de las filas de la formación de los del tambor o con los mitineros de las banderitas. Me solidarizo con los cámaras y a los realizadores que no le den muchas vueltas: que esta noche veremos la arriada de bandera donostiarra aunque estemos ante una aunténtica emisión imposible.

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