Niños, al loro

El abuelo lo dijo a la hora de la cena: «Levanto mi copa de manera especial por la gran ilusión que me produce la muy feliz noticia del próximo nacimiento del segundo hijo de mi hijo». En cualquier familia moderna lo encerrarían al abuelo en una residencia, pero, va y resulta que el abuelo era Borbón y en esas familias se les perdonan estas manías. En vez de: «La Leti está preñá», que diría cualquier mortal (incluido, claro está, Sabina) pues se lanzan a esas proclamas aprovechando que hay confianza con el presidente de Portugal. El tema embarazo ha estallado y, por lo visto, nadie se había enterado. Tanto analista tío listo rizando el rizo de la sucesión y llega el embarazo pillando a estos cotillas profesionales en fuera de juego total.
Uno se pregunta: ¿Por qué la llaman televisión cuando quieren decir manicomio o puticlú donde se practica la perversión de menores? En efecto, se ha presentado el más indecente de los programas de la historia de la televisión. De nuevo se utiliza la figura de los niños para que los enchufados habituales hagan un bolo o se ganen una pasta. Ocurre con Ankawa donde, a las mil de la noche, unos niños muy repipis leen las preguntas que les preparan los guionistas. Ahora ponen en marcha El primero de la clase , otra de niños también por la noche. Una invitación a que los peques y sus custodios rompan la norma de que la televisión a partir de las diez de la noche entra dentro de lo prohibido. Lo de TVE y los niños comienza a ser preocupante. Al parecer no se les ocurre ningún otro recurso para captar la atención de su audiencia que sacando a deshoras a esos adultos haciéndose los simpáticos con las criaturas. Ponen en práctica aquella frase bíblica: «Dejad que los niños se acerquen a mí». Desde los tiempos del barco de Chanquete no se había visto nada tan inquietante.

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