Noticias y cloacas

SI durante unos años hubo cierta unanimidad en que Mª Teresa Campos era la reina del periodismo televisivo, está claro que ahora la que corta y pincha es Ana Rosa Quintana. Aquella chica capaz de mandar plagiar con su nombre lo que hiciera falta, ahora se ha convertido en la referencia periodística. Triunfa en su plató salón donde el cotilleo juguetea con la información internacional. Nadie en el mundo había conseguido ponerse en contacto con los familiares de Natascha, la niña secuestrada y escapada. Pero aquí viene el poderío. Ana Rosa que manda a Austria a sus colaboradores y nos traen en exclusiva una entrevista con el padre de la criatura. Ríanse ustedes de la prensa rosa. En estos momentos si alguien está haciendo algo de periodismo de investigación resulta que es ese periodismo denostado por acercarse al lado frívolo de la sociedad. Ahora los periodistas que funcionan son los que saben comprar porque ellos fueron los primeros en venderse. Uno puede esperar que un periodista traiga una exclusiva pero si no se viste de negro y regala unas gafas al final no tiene gracia. El periodismo televisivo se ha convertido en una doble pirueta para osados saltimbanquis que al final regalan gafas negras a los ministros y jefes de Estado, o de charlatanes de plató capaces de cruzar todas las alcantarillas del mundo sin que les venga una sola arcada. Periodistas que no han pasado por una facultad pero que tienen la facultad de alcanzar lo que se proponen y de paso pasarse la facultad por donde les viene en gana. Ha comenzado el curso televisivo y en el horizonte inmediato vemos que la figura decadente y cursi de Ana Rosa Quintana toma la delantera. Mientras los aprendices de Gran Hermano se exhiben con entusiasmo sabedores de que ese es el precio para ingresar en el reino de la televisión.

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