Mejores tiempos

Una de las pérdidas en la programación televisiva que se está realizando hoy en día, frente a lo que se hacía hace una década, es la producción más ambiciosa de series para televisión. La televisión desde su nacimiento fue un medio perfecto para proyectos de versiones de los grandes clásicos de la literatura. Esto ha caído en desuso. Hubo mucho nivel técnico en aquellas series, buenos profesionales que hoy están prejubilados o matan las horas por los pasillos. También aquellas series eran el sustento de muchos actores que complementaban de esta manera su trabajo en el cine. Esta semana murió uno de ellos. Se llamaba Ángel de Andrés y fue uno de esos grandes actores cómicos que daba nivel a cualquier papel que interpretara. Aportaba siempre ese toque cómico de quien se ha pasado media vida asegurando la risa entre los escenarios madrileños y sus apariciones en cine y, últimamente, en la televisión. Pero si en algo sorprendió De Andrés fue en su vocación solidaria. Este gran actor tiene el récord de funciones desinteresadas: en 1977 había sobrepasado las 2.800 interpretaciones para instituciones benéficas. Su currículum corre parejo con la suerte del cine español. En 1969 participó en películas como Con ellas llegó el amor , dirigida por Ramón Torrado, y en Se armó el Belén , de José Luis Sáenz de Heredia. Participó con Mariano Ozores en varios filmes como Brujas mágicas y Cristóbal Colón, de oficio descubridor , películas a las que siguieron Juana la Loca de vez en cuando yLuces de BohemiaconEsquilache . Pero su gran aportación final ha estado en su trabajo para las series de televisión. Hay que recordar que una vez se hicieron series como Lorca, muerte de un poeta , La forja de un rebelde o Celia . Tiempos mejores para la TV.

Las informadoras

EN el informativo de TVE han fichado a una rubia llamada Susana Roza que está siendo toda una revelación. Unos ven en ella el prototipo de que la belleza no interfiere con la inteligencia y, otros, afirman que, leer, leer, lee bien, pero que, además, está muy buena. Dice mi cuñada que no ve justa la desigualdad entre la belleza que se les exige a los presentadores de informativos. Vamos, que mientras las chicas que informan son todas de concurso de misses, a los tíos no se les pide que sean unos Adonis. Yo no lo tengo tan claro porque, si fuera así, medio país estaría enamorado de Estíbaliz Ruiz de Azua, Ana Blanco o Begoña Chamorro, de Tele 5. Para mí que estas figuras parlantes que se caracterizan sobre todo por no equivocarse nunca en la lectura y salir indemnes de esos lances en los que no entra la imagen, no tienen sexo. Son como aquellos ángeles o arcángeles de la tradición cristiana, criaturas celestiales que ni una cosa ni la otra. Porque, sí es cierto que ha habido presentadores cuya belleza nada tenía que ver con esos modelos de Pasarela Cibeles. Sin embargo, fueron esos periodistas atípicos quienes intentaron revolucionar al mismo tiempo que darle cierta personalización a la información televisiva: gente como Felipe Mellizo o el mítico e imitado Joaquín Arozarena. Eran tipos normales que hablaban como lo hacen las personas normales. La información televisiva ha ido degenerando hacia otro tipo de dicción más automatizada. Las voces de los presentadores de noticias cada día se parecen más a esas que salen por la megafonía de los grandes almacenes citando los productos en oferta, en los aeropuertos, como si estuviesen diciendo «pasajeros con destino al Prat de Barcelona» o esas cantadoras de bingo que hablan muy nasal: «Sesenta y nueve: seis nueve». A Susana Roza lo que le pasa es que es un es un ángel de verdad.

Cifras y cortijos

Que el verano trae consigo un descenso en los espectadores de televisión es un dato que se ha repetido en esta columna muchas veces. Este año, nada más y nada menos que un 23%, si lo comparamos con las cifras del mes de junio. Las estadísticas del mes pasado han traído otros datos reveladores que habría que analizar con cierta frialdad. Por ejemplo, que se mantiene la caída en picado de TVE-1 a pesar de no cumplir sus protocolos éticos y las recomendaciones salomónicas de aquel comité de sabios. Lo de esta cadena pública desde que se hiciera cargo de ella la señora Caffarel es de auténtico escándalo. Ni renuncia del todo a la telebasura , ni todo lo contrario. Apuestan por concursos miserables como Hasta que la tele nos separe o hacen de la televisión un cortijo para señoritos tipo Bertín Osborne y sus amigos en Ankawa y, al mismo tiempo, en los jugosos cursos de verano dan conferencias en las que afirman con contundencia y sin que se les caiga la cara de vergüenza ideas tipo: «La televisión pública tiene un fin social que hay que preservar sobre intereses privados». Otro dato que llama la atención es que, pese a la pasta desembolsada y el tirón del fútbol por estos lares, durante el mes del Mundial sólo el 50% de la audiencia vio La Sexta. Claro que alguno dirá todo lo contrario: en medio año han llegado a la mitad de la audiencia. En este mundo intrincado de cifras y porcentajes, todo es del color del ejecutivo que los explica. La realidad es que, pasito a pasito, los canales temáticos y de pago van sumando adeptos. Es lo que le ha pasado a MTV celebra este mes 25 años de emisiones musicales. La cadena de televisión llega a 10 millones de hogares españoles a través del canal digital y otros medios como el ADSL. Está claro: con estos gestores, la televisión gratuita tiene sus días contados.

Adiós, buitres


Si la hubiera tenido la hubiera decorchado. Digo la botella de cava. Después de 200 programas en cuatro años de emisión va y me doy de bruces con el último de Salsa rosa . A eso se le llama tener suerte o, como yo, el dedo inquieto que no para de darle a las teclas en cuanto se ponen pesados o anuncios repetidos. El caso es que allí estaba Santi Acosta, el presentador, moderador; ese mismo que parece que nunca hubiera roto un plato, despidiendo, para siempre, esa bazofia televisiva que tanto daño ha hecho al periodismo en este país. Porque digan lo que quieran, los que allí descuartizaban a sus víctimas arrancándoles mayormente el corazón, pero sin despreciar nunca cualquiera de sus vísceras, era periodismo carroña, el mismo que pueden practicar a su manera los buitres en sus comederos pero en un plató de televisión. Lo sorprendente de este programa es que sus víctimas iban hasta allí para ser desollados. Vamos, que en realidad aquel desmembramiento en vivo se hacía con la conformidad del entrevistado. La novedad de asistir a aquellas torturas consentidas era un espectáculo que nunca se había vivido en la cajatonta . Desde entonces los programadores se pusieron manos a la obra y Salsa rosa sólo fue el aperitivo de lo que luego se convertiría en todo un género. Pues les despido sin cava, con un trago de vino de la bota de cuero, pero con mucha alegría. En mi inocencia pienso que quizás su salida deje paso a un género periodístico que nos documente sobre otros problemas más graves que asuelan de, sur a sur, esta planeta. Vamos, que se puede vivir sin saber qué tal les va a los chorizos marbellíes y a susPretty Woman de peineta y michelines. Salsa rosa se va, pero la semilla que ha dejado es tan dañina que, muy posiblemente, nos haga pensar que fue lo mejor que se hizo en este género.