Son funcionarios

YA se han oído voces pidiendo que para el próximo verano regrese Ramón García con sus vaquillas, sus castañas y ese talento natural para el chiste fácil. Claro que entonces se pensaba que nada había más basto que ese concurso. Se aplaudió que quitaran la ridícula competición de la mocina de los pueblos dándose mamporros, escalando postes con jabón y al alcalde del pueblo sujetando un globo patata que le explotaba en las manos. En fin, me salen sarpullidos de recordar aquella tortura a la que, verano tras verano, nos sometía TVE. Pero todo lo malo en televisión es susceptible de empeorar y, además, siempre empeora. Y esto es así si nos atenemos a que el programa que han puesto en su lugar es nada más y nada menos que: Hasta que la tele nos separe . Un concurso que hubiera pasado desapercibido si no fuera porque lo presenta Paz Padilla, que confunde la competición con los gritos y, claro, no hay dios que la aguante. Puede que ver durante diez minutos a los concursantes compitiendo en toda clases de zafarranchos, vestidos al uso tradicional de los novios, pues tenga sus minutos de gracia. El problema viene cuando de nuevo ves que la historia se repite y que un chico de esmoquin se desgañita en una cinta corredora mientras su novia no responde ni a la pregunta de cómo te llamas. Una aberración que, desde luego, no justifica en modo alguno que vuelva Ramontxu con su Grand prix y sus vaquillas. Ya llegará septiembre y, ya se sabe, los niños al colegio. Todos menos, claro está, esos que van hacer el reality El primero de la clase. Estos de TVE se atreven con todo. Vacas, novios, padrinos, Bertín Osborne y su puteo semanal a los animales y luego niños. Todo vale. Al fin y al cabo es la misma casa de fiscales y jueces que deberían actuar de oficio. Todos son funcionarios.

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