Colorín colorado


Estamos ante una nueva edición de Operación Triunfo , aquel programa que supuso toda una revolución televisiva en nuestro país y que se repite cada año, como si el público siguiera con la misma expectación que aquella primera edición. Desde entonces ha habido tantos OT que ni los seguidores más fieles son capaces de recordar el nombre de diez concursantes. Con todo cada año se prepara como si estuviéramos ante el acontecimiento televisivo del año y nada más lejos. Al casting, eso sí, se presentan 18.000 candidatos. Algo así como una nueva conquista del oeste o la fiebre del oro de las montañas del norte de California. En realidad esta cifra, fuera de los que se creen de verdad con alguna posibilidad de ganar el concurso, coincide más o menos con el número de ociosos naturales cuya única aspiración vital es la de formar parte de un concurso o, si esto no fuera posible, se conforman con el humilde bocadillo destinado al público que puebla las gradas de los estudios y platós de tv.</p><p> Está claro que este verano quieren llevarnos por caminos intrincados. Una mezcla entre la tortura y la repetición. Hartos del culebrón del ex alcalde de Marbella y la tristeza de la tonadillera, se aparecen nuevos elementos que desde luego no ayudan a subir ni un ápice el nivel de nuestra televisión. Es el caso de la incorporación de Betty la fea . Ese engendro cuyos guiones han sido capaces de recuperar las frases más manidas del machismo más casposo y que, ahora conYo soy Bea, se han quedado en una simple copia descafeinada de la original. Una cenicienta enamorada a la que todo el mundo insulta y desprecia como a un gusano y que sufre en silencio todas las humillaciones que unos guionistas, cursis hasta la médula, son capaces de crearle. Luego ya saben: el gusano se vuelve crisálida y, colorín colorado, a otra cosa mariposa.

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