Libre como el mar

PUESTOS a elegir entre OT y El coro de la cárcel me quedo con este último. Y eso que hay varios peros que ponerle a este reality. Hacerles cantar la canción de Libre de Nino Bravo es una de las mayores maldades que se ha visto nunca en televisión. Ver al grupo de presos desgañitarse diciendo entre muros: libre como el sol de la mañana, eso no tiene nombre. Sin embargo, el programa es amable; no crea mayores expectativas y transcurre con la normalidad de las cosas habituales. En eso le gana por goleada a OT, donde los presentadores parecen obligados por contrato a que cada uno de sus momentos sea algo estelar y único. Y ya me dirán qué momentos estelares nos va a describir Jesús Vázquez si viene de exprimirle hasta la última gota a La isla de los famosos. La vida, sin embargo, se parece más a los momentos recogidos por las cámaras en la cárcel del Dueso, detrás de cuyos muros uno puede ver el Cantábrico y llama la atención lo perversa que tiene que ser la mente que les hace cantar: libre como el mar. Con todo, la labor social salta a la vista y se ve reforzada por la voz que relata los sucesos de la cárcel. Nada más y nada menos que José Mediavilla: un profesional que ya ha hecho historia gracias a sus importantes trabajos como actor de doblaje, ya que además de ser la voz habitual de Morgan Freeman, Michael Clarke Duncan y James Earl Jones, dobló a Ian McKellen en El Señor de los Anillos. Así que, pase lo que pase dentro de los paredes de El Dueso, canten como canten los presos, venga el familiar que venga a verlos después de haberlos dejado olvidados durante mil años, ahí está la voz de Gandalf para contárnoslo. Una vez sentida la impresión de vivir en la cárcel uno entiende menos la manía de esos concursantes voluntarios a encerrarse como si todo en la vida fuera un juego.

Colorín colorado


Estamos ante una nueva edición de Operación Triunfo , aquel programa que supuso toda una revolución televisiva en nuestro país y que se repite cada año, como si el público siguiera con la misma expectación que aquella primera edición. Desde entonces ha habido tantos OT que ni los seguidores más fieles son capaces de recordar el nombre de diez concursantes. Con todo cada año se prepara como si estuviéramos ante el acontecimiento televisivo del año y nada más lejos. Al casting, eso sí, se presentan 18.000 candidatos. Algo así como una nueva conquista del oeste o la fiebre del oro de las montañas del norte de California. En realidad esta cifra, fuera de los que se creen de verdad con alguna posibilidad de ganar el concurso, coincide más o menos con el número de ociosos naturales cuya única aspiración vital es la de formar parte de un concurso o, si esto no fuera posible, se conforman con el humilde bocadillo destinado al público que puebla las gradas de los estudios y platós de tv.</p><p> Está claro que este verano quieren llevarnos por caminos intrincados. Una mezcla entre la tortura y la repetición. Hartos del culebrón del ex alcalde de Marbella y la tristeza de la tonadillera, se aparecen nuevos elementos que desde luego no ayudan a subir ni un ápice el nivel de nuestra televisión. Es el caso de la incorporación de Betty la fea . Ese engendro cuyos guiones han sido capaces de recuperar las frases más manidas del machismo más casposo y que, ahora conYo soy Bea, se han quedado en una simple copia descafeinada de la original. Una cenicienta enamorada a la que todo el mundo insulta y desprecia como a un gusano y que sufre en silencio todas las humillaciones que unos guionistas, cursis hasta la médula, son capaces de crearle. Luego ya saben: el gusano se vuelve crisálida y, colorín colorado, a otra cosa mariposa.

Ganas y sabes

El encefalograma está plano. El de la tele, digo. Es como si los golpes de calor que tantos estragos están haciendo en la gente durante estos días afectaran también a la programación hasta el punto de ser extremadamente aburrida. Quizás por eso, durante estos días de calina uno repara con más sosiego en programas que el resto del año pasan desapercibidos, más por su horario que por su interés y calidad; más por la notoriedad de otros programas que por la suya propia. Me refiero a Saber y ganar . Un programa que esta temporada ha cumplido los seis años de andadura a la sombra de los programas informativos. Todo un récord para una apuesta por un espacio que hace hincapié en la divulgación y la cultura, aunque forme parte del manido sistema de los concursos. Y no creo que nadie le regale nada desde el punto de vista de la audiencia porque ya sabemos qué les ocurre a los programas que no dan la talla. El caso deSaber y gana r es el de un programa que interesa por su capacidad de entretenimiento, al mismo tiempo que aporta otros componentes como información, datos, estrategia… En fin, algo de sabiduría; un condimento tan escaso en la vida moderna como en la televisión del día a día. Este programa, a caballo entre la hora de la comida y la sobremesa, es uno de los ejemplos en los que ningún programador se fija, a pesar de que exista gran cantidad de espectadores que apuestan por esta fórmula que compite con las grandes estrellas de los informativos. Previo a los famosos documentales de la segunda cadena, esos que todo el mundo asegura ver sin que luego se enteren los medidores de audiencia, aparece la sonrisa de buen chaval de Jordi Hurtado y la voz imperiosa de Juanjo Cardenal, que es quien lanza las preguntas. El verano televisivo, afortunadamente, tiene sus sombras donde tomar un poco el fresco.

De cabo a rabo


MIENTRAS en los cursos de verano de El Escorial los sesudos estudiosos hablan sobre el futuro de la televisión, resulta que el presente se empeña en poner en duda sus teorías. Una vez anulado el prestigio del Tour de Francia del que tardará unos añitos en recobrarse, al verano informativo le crecen dos ramas. Una es los prolegómenos de la nueva guerra de Israel y, otra, la detención del novio de la Pantoja y antiguo alcalde, cómo no, de Marbella. Algo es algo. Para unos, la noticia del día es el bombardeo sobre Beirut y el resto de Líbano, y la respuesta de Hizbulá con lanzagranadas sobre el sur de Israel. Vamos, toda una noticia si no fuera porque aquí de lo que se habla y se debate es sobre la detención del ex alcalde y habitual de los contenidos del corazón y de las tertulias rosas . Paralelamente, el otro día un joven colgó del cuello de Rodríguez Zapatero un pañuelo palestino que el presidente mantuvo durante unos segundos. Un acto sencillo en un encuentro del buen rollo que se está mostrando como una declaración de intenciones a favor de los palestinos y que muestra ciertas tendencias antisemitas de Zapatero. Con este nivel de debate, la verdad puede seguir oculta durante todo el verano. Para unos, lo prioritario será destripar la figura de Cachuli y su novia la tonadillera. Quien pensara que con el verano los programas de cotilleo se iban a tomar vacaciones se equivocan de cabo a rabo. Todo lo contrario. Los profesionales de la víscera este año no descansan, fíjense si no en los graznidos de Lydia Lozano que, desde la detención de Julián Muñoz, no hace otra cosa que ir de plató en plató de Telecinco. Ahora una tertulia en A tu lado y luego un debate improvisado sobre el gran tema del verano. Si alguien se merece estar en los cursos de verano es esta campeona de la engañifla. Con sus habladurías se ríe del mundo.

Más cine, por favor

EN ocasiones se le acusa al cine español de que su temática vuelve de manera reiterada a la Guerra civil como si eso fuera algo sustancialmente malo. Los guionistas de cine ven en este acontecimiento un material tan terriblemente rico que no pueden dejarlo pasar sin hincarle el diente. Televisivamente, sin embargo, el aniversario del comienzo de la Guerra Civil española no tuvo su traducción televisiva en programas que lo recordasen de una u otra manera. Ni la simple reposición de filmes relativos. Sólo el lunes un documental francés con imágenes inéditas de la Guerra Civil recordó algo de aquella tragedia que invadió el país durante tres años. La memoria histórica no tiene cabida en una televisión que apuesta por la frivolidad, por hacer públicos los cuernos del personal y los concursos. Hay que reconocer que la tele ha cambiado hacia lo insustancial. Los grandes informativos recogen cada día con mayor naturalidad los sucesos que antes sólo aparecían en publicaciones como El caso. Entonces se pierde la medida. Una persona mordida por un perro aparece en igualdad de espacio que el tsunami de la isla de Java en la que hay más de 500 muertos y cientos de desaparecidos. Esta alternativa entre frivolidad y personalismo conduce a que se pierda la perspectiva. Ni interesa lo pasado por lejano ni el presente si no viene acompañado de morbo barato. Quizás por eso cada día se agradece más que, junto a la programación para ludópatas, se cuelen programas como Martes de cine o la maravillosa voz y sabiduría de Félix Linares con su La noche de… en la que se hace espectáculo, entretenimiento y cultura. Lo siento por Félix y sus colaboradores, pero hay programas que no deberían tomarse vacaciones. Se corre el riesgo de que se inventen un estúpido juego de esos y luego nadie se acuerde del cine.

Malas costumbres

ES revelador el escaso consumo televisivo que se produce en los meses veraniegos. Seguramente la explicación estará relacionada con que la televisión tiene algo de impositivo. Una mala costumbre como la de tumbarse en el sofá en lugar de ir de paseo o preferir todas las noches alguna cena que suba nuestro colesterol en lugar de la dieta mediterránea. Datos que indican que el consumidor medio, ese que le regala a la tele cuatro horas de su tiempo al día, no lo hace apenas descubre otras alternativas que están muy relacionadas con el ocio, la aventura y la lectura. La visión de la televisión está relacionada con el encerramiento frente a otras actividades más abiertas. Nuestro salón se convierte en muchas ocasiones en una cárcel con una única ventana al mundo, que es la caja tonta. Cada año, cuando llegan estas fechas y se produce este descenso, la pregunta lógica es si se recuperará la audiencia o ésta quedará atrapada en otras formas de ocio menos aislantes. El otro día hablábamos desde esta columna del programa Libertad vigilada, un programa en el que seis chicos y seis chicas se metían, a papo de rey, en un hotel. Sin que ellos lo sepan, todos sus actos eran vigilados por su propios padres y, desde luego, por la audiencia. Más de lo mismo, o sea. Lo peor de todo esto es que, no conformes con las horas de emisión del programa, nos ofrecen por la noche un resumen de lo acontecido durante el día. Vamos, que nos hacen un programa a las cuatro de la tarde que iguala en importancia al informativo que unos minutos antes han presentado los discípulos de Matías Prats. Ahí está la clave. Mientras el mundo veraniego ofrece mil alternativas, la televisión actual decide meter al mundo en un hotel, hacer sobre ellos los informativos y convertirnos, de paso, en simples mirones de pacotilla.

Corazón quemado

TRES días después de la emisión del programa sobre el asesinato de Miguel Ángel Blanco, El día que me mataron, el aire del salón sigue corrompido. Fue una experiencia fuerte y a sus creadores hay que darles la enhorabuena por atreverse con un tema cuyo recuerdo escuece. La experiencia de verlo también, porque se trata de un acto que provoca unas extrañas sensaciones de dolor y vergüenza. Rabia e impotencia ante el recuerdo de aquel asesinato irreparable pero, al mismo tiempo, estupor por la utilización sin miramientos de los sentimientos como material televisivo. Quien fue testigo el pasado día 11 del documental sobre la muerte de Blanco, desde luego no quedó indiferente. Por un lado el trabajo consiguió abrir heridas. Unas porque cerraron en falso y, otras, porque se producen por autolesiones. Para unos, el programa es un ejemplo de lo que la televisión puede ser: un medio que utilice la realidad por muy violenta que sea para trabajar con ella. El hecho de que todos conociéramos el final fatal daba unas posibilidades narrativas al creador que podía jugar con el desasosiego del espectador, bien por el recuerdo tan terrible como por la necesidad por parte de algunos de hacer que este asesinato sea un muro infranqueable o un punto sin retorno. Días después de la emisión de este película es mejor que corra un poco el aire. La dramatización es un recurso ajeno al periodismo y que hay que manejar con mucho cuidado en el documental. Tuvieron el mérito de utilizar el género en todas sus consecuencias y, sin embargo, ése es su mayor fracaso. Utilizaron todos los recursos para abrasar los corazones y se olvidaron de proteger los suyos. Quizás sea por eso que, después de cuatro días desde que emitieron El día que me mataron, no haya forma de ventilar el salón. Recrearon tanto la realidad que se acabaron achicharrando ellos mismos y ese olor no hay manera de sacarlo fuera.

Sinvergüenzas

ACABA por fin La isla de los famosos, ese programa kafkiano en el que unos tipos medianamente conocidos sobrevivían mostrando el palmito a la audiencia. Poco puedo decir de este programa salvo lo ya señalado. Datos de un mechero penetrado con nocturnidad y vaginismo por Marlene, el novio de la Terelu Campos que le operaron de una almorrana gigante y una italiana loca que la abandonaron a las primeras de cambio en la soledad de una isla cercana y, tras hablar con todos los cocos, finalmente fue la ganadora. Lo peor de poner punto a esta pesadilla televisiva es que su final coincide con una nueva monstruosidad de Antena 3 Libertad vigilada. Acaban de meter a siete chicas y siete chicos en un hotel de lujo de Fuerteventura, lleno de cámaras, a través de las cuales les espían sus papás. Esto podría ser el sueño de muchos padres. Ver por un agujero lo que hacen sus hijos, pongamos por caso en Sanfermines o en la fiesta fin de curso. De nuevo se da una vuelta de tuerca al exhibicionismo y al morbo del mirón sin escrúpulos. Como espectadores no tenemos la sensación de estar violando algún control ético o algo parecido. Sin embargo, inevitablemente me pongo en el pellejo de las familias que hay detrás de cada uno de esos 14 jovenzuelos y todo cambia. Si por algo se caracteriza nuestra televisión en los últimos años es por haber inventado la profesión de concursante de reality Show. Actualmente existe toda una hornada de profesionales del vivir las 24 horas del día delante de una cámara. Es tal la admiración que despiertan que los casting se convierten en verdaderas concentraciones multitudinarias. Como la justicia y otras materias en este país, la intimidad tiene un precio y hay gente dispuesta a venderla sin que se les caiga por ello la cara de vergüenza.

A blanco y rojo

VIENDO estos días las imágenes de los Sanfermines y los encierros uno siente nostalgia por la intensa labor que durante años hicieron los centros territoriales. Ahora al parecer todas las ideas de renovación de TVE se quedaron en cargárselos o reducir a la mínima expresión su presencia. Y es el momento de hacer un pequeño homenaje a Telenorte, que durante unos años fue lo único que se pudo ver, y cómo no, ahora que andan con el trajín de las fiestas, a Telenavarra. Supongo que la idea será la de reconocer su labor una vez que hayan desaparecido. Visto el panorama serán sustituidas por empresas privadas de esas que están creciendo sin que nadie se entere y que lo abarcan todo. Y es que la nueva situación audiovisual está deparando la sorpresa de que son las productoras las que van ganando la carrera. Han adquirido una situación de fortaleza en el complicado mercado audiovisual. Veamos por ejemplo que, de la fusión de Mediapro y Grupo Árbol surge Imagina, una sociedad responsable de la creación y producción de series, ahí es nada, como Los Serrano, Los hombres de Paco o 7 Vidas, multitud de programas de entretenimiento y divulgación, alguna de las películas más emblemáticas del cine español tal que Los lunes al sol o Princesas, además de documentales e informativos. Si todo esto fuera poco, la nueva compañía realiza la producción técnica, cobertura integral y distribución de grandes eventos deportivos, como el Mundial de Fútbol de Alemania, la Liga de Campeones europea o los Mundiales de Moto GP y Fórmula 1. No sabemos en manos de quién estará en el futuro la retransmisión del encierro; si será alguien como el calvo de la Fórmula 1 quien se pasee por la Estafeta conectado vía satélite. Hoy mandamos la enhorabuena a todos los que todavía nos hacen vibrar, en blanco y rojo, cada día.

A blanco y rojo

[img=left]http://www.noticiasdenavarra.com/comunidad/foros/album_pic.php?pic_id=256[img]VIENDO estos días las imágenes de los Sanfermines y los encierros uno siente nostalgia por la intensa labor que durante años hicieron los centros territoriales. Ahora al parecer todas las ideas de renovación de TVE se quedaron en cargárselos o reducir a la mínima expresión su presencia. Y es el momento de hacer un pequeño homenaje a Telenorte, que durante unos años fue lo único que se pudo ver, y cómo no, ahora que andan con el trajín de las fiestas, a Telenavarra. Supongo que la idea será la de reconocer su labor una vez que hayan desaparecido. Visto el panorama serán sustituidas por empresas privadas de esas que están creciendo sin que nadie se entere y que lo abarcan todo. Y es que la nueva situación audiovisual está deparando la sorpresa de que son las productoras las que van ganando la carrera. Han adquirido una situación de fortaleza en el complicado mercado audiovisual. Veamos por ejemplo que, de la fusión de Mediapro y Grupo Árbol surge Imagina, una sociedad responsable de la creación y producción de series, ahí es nada, como Los Serrano, Los hombres de Paco o 7 Vidas, multitud de programas de entretenimiento y divulgación, alguna de las películas más emblemáticas del cine español tal que Los lunes al sol o Princesas, además de documentales e informativos. Si todo esto fuera poco, la nueva compañía realiza la producción técnica, cobertura integral y distribución de grandes eventos deportivos, como el Mundial de Fútbol de Alemania, la Liga de Campeones europea o los Mundiales de Moto GP y Fórmula 1. No sabemos en manos de quién estará en el futuro la retransmisión del encierro; si será alguien como el calvo de la Fórmula 1 quien se pasee por la Estafeta conectado vía satélite. Hoy mandamos la enhorabuena a todos los que todavía nos hacen vibrar, en blanco y rojo, cada día.