Sí, dígame

¿RECUERDAN aquellos programas de vídeos que normalmente vienen de EEUU y que contienen persecuciones de la Policía, atracos a supermercados o escenas de sexo en la playa? Muchas de ellas han sido grabadas por las Fuerzas de Seguridad. Centinelas que portan una cámara de vídeo en una mano y una placa de autoridad en la otra. Buena parte de ese material es confidencial y parece que a nadie le importa cómo, por qué y en qué momento perdió su privacidad para ser producto de espectáculo en un medio de comunicación público. Esta reflexión viene a cuento ahora que el diario USA Today (de nuevo la prensa al servicio de los ciudadanos) destapara el tema de las escuchas indiscriminadas en las conversaciones telefónicas privadas que ha practicado su propio Gobierno. Esta mezquina planificación debería ser la gota que colma el vaso. Que un presidente como Bush defienda su legalidad es un síntoma clarísimo de que esa sociedad corre un serio peligro. Todo indica que la democracia que todavía les queda tiene sus días contados. No estaría yo muy tranquilo, si fuera habitante de este país, de que no vendieran esa información. Si todavía podemos ver esas imágenes en las que coches patrulla persiguen por autopistas y ciudades a algún delincuente, si se venden las imágenes de ciudadanos que conducen borrachos y luego son carne de escarnio público, ¿qué confianza se puede tener en la Agencia de Seguridad Nacional, que miente? Primero niega las escuchas y luego alega que es por el bien de los ciudadanos. Seguramente el valor de todo ese material confidencial de conversaciones privadas, domésticas o de negocios tenga ya un precio. Habría que saber si, junto con las escuchas, también hay imágenes, porque quizás estemos ante el gran negocio televisivo de la década. Quizás todavía el granreality esté por llegar.

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