El contexto es el contexto

EL TIEMPO DA Y QUITA RAZONES. Y TENÍAN RAZÓN QUIENES VATICINABAN LA DESAPARICIÓN DE NAVARRA, YA LA HAN PUESTO A LA VENTA EN EL MONOPOLY

El contexto es el contexto, decía Javier Esparza emulando al ilustre Pazos de Airbag y el conceto es el conceto. Por que claro, no es lo mismo estar en el Gobierno que en el frío de la oposición. Allí todo se ve diferente. Por ejemplo, el diseño de la bandera de Navarra, cuyo centenario UPN conmemoró por todo lo alto desde el Palacio, pero al que ahora le niega valor histórico. “La diferencia es que hoy tenemos un Gobierno nacionalista que no tiene credibilidad para la defensa de Navarra. Y es en ese contexto en el que hay entender nuestras explicaciones”, dice Esparza para justificar la contradicción. Lo que traducido viene a ser algo así como suelta esa bandera que es mía.

Ocurre como con las ayudas a los celíacos, dotada con 30.000 euros y aprobada por el Parlamento con el apoyo de UPN. “El Gobierno ha hecho el ridículo generando falsas expectativas”, apuntaba Sergio Sayas, para quien resulta “insultante” una subvención que apenas llega a dos euros mensuales. Algo en lo que sin duda lleva razón y sería muy criticable si no fuera por el pequeño detalle de que hace un año el propio parlamentario de UPN proponía destinar 10.000 euros menos para la misma causa.

Del contexto también depende el riesgo independentista en Navarra. Iñaki Iriarte y Cristina Altuna nos avisan de que no hay que fiarse de la “moderación” del Gobierno de Navarra. Que eso de que Barkos considere suya la bandera de Navarra, que quiera pactar con el Estado asuntos importantes o que vaya al Parlamento como “una sensata defensora del autogobierno” es todo mentira cochina, solo para engañar. “El Gobierno de Navarra si pudiese repetiría el golpe de Estado que se ha intentado dar en Cataluña”, apuntan los parlamentario de UPN, que aportan como prueba que hace un año hubo una manifestación “independentista” en Pamplona y que en algunos pueblos se han hecho consultas simbólicas para reclamar el derecho a decidir.

Eso también pasaba cuando gobernaba UPN, pero ahora es diferente. Porque si algo hemos aprendido en estos dos años de cambio es que todo lo que hace el Gobierno es para hacer desaparecer Navarra. Hasta han hecho un Monopoly para venderla a cachos. Y encima en bilingüe. Lo raro es que la oposición todavía no haya pedido la comparecencia de la presidenta en el Parlamento para que dé explicaciones, que es como últimamente se resuelven los problemas. Una vez allí, solo hay que agitar las manos como quien espanta a las brujas y gritar muchas veces y muy deprisa “imposición” o “obsesión”. O si no, soltar el clásico “esto es un ejemplo más de imposición nacionalista”. Con eso suele quedar la cosa bastantes apañada.

Lo mismo sirve para la reforma fiscal (“Quieren una Navarra pobre para que sea colonia de Euskal Herria”, Javier Esparza);para la Ley de Policías (“Intentan politizar la Policía Foral para echar a la Guardia Civil”, Ana Beltrán);e incluso para la reforma del mapa local. (“Detrás esto hay un proyecto de euskaldunización en nuestra Comunidad”, Javier García). Porque, por supuesto, eso de cambiar la organización de los pueblos también está pensado para acabar con Navarra, aunque todavía no se sepa muy bien qué se va a hacer. “El Gobierno foral solo ha facilitado las líneas maestras de la Reforma Local pero nos hace malpensar”, dice el parlamentario del PP.

Hay que entender que no es fácil vivir a la sombra de Ana Beltrán, que con tanto griterío cualquiera asoma la cabeza. Así que lo más efectivo suele ser recurrir a palabras gruesas y brocha gorda para dejarse oír. Y para eso, el euskera se ha convertido en el pim-pam-pum perfecto. “El Gobierno impone y actúa con favoritismo y arbitrariedad”, afirma García, que cree que los “castellanoparlantes” están discriminados en Navarra. Como los hombres, los blancos y los heterosexuales, los castellanoparlantes monolingües son una especie en riesgo de extinción: “Solo por saber euskera algunos son bendecidos por el todopoderoso gobierno nacionalista vasco y consiguen el doble de oportunidades al examinarse”.

Lo decía García en un artículo que venía a cuento de la posibilidad de que las oposiciones de docente se realicen en un único idioma, y que luego las plazas se repartan por orden de puntuación sin distinción lingüística. Es lo que se conoce como la lista única, e implica que quien sabe tres idiomas puede optar a las plazas de castellano, de inglés y de euskera. Quien sabe dos, a dos, y que quien solo domina un idioma, solo uno. Y esto, que se ha venido aplicando con el inglés y el castellano con normalidad, si se incluye el euskera supone “pisotear los derechos de los castellanohablantes ejerciendo un abuso de poder insólito, sin que medien la lógica, la equidad o la justicia”. El perspicaz parlamentario, incluso, advertía de que eso de que la medida cuenta con la mayoría sindical tiene trampa, porque “obvian que sólo les apoyan sus sindicatos afines, esos con sello nacionalista”. Y claro, esos no cuentan.

Tampoco el sindicato Afapna tiene miedo a llamar las cosas por su nombre. Que puede que sean pocos, pero son valientes y están dispuestos a ir a los tribunales contra “cualquier aprobación normativa que perjudique al profesorado no vascoparlante”. “Hoy es por unas listas únicas en Educación y mañana puede ser por cualquier otro tema en cuanto al euskera”, denuncian los responsables del sindicato, que ya pusieron en el limbo jurídico a 100 trabajadores y que ahora están muy molestos porque una cosa es dejar trabajar a los “vascoparlantes” y otra que compitan contigo por un puesto de trabajo en la Administración, como si además de euskera supieran hablar castellano. Los vascos a su guetto del modelo D que esta fiesta es nuestra. Desde luego, no queda duda de que allí los volverán a mandar en cuanto puedan. Es solo cuestión de cambiar el contexto.

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