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La música del miedo

viernes, 27 de febrero de 2009 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección y guión: Claudia Llosa. Intérpretes: Magaly Solier, Susi Sánchez, Marino Ballón, Efraín Solís, Bárbara Lazón, María del Pilar Guerrero, Delci Heredia. Nacionalidad: España y Perú. 2008. Duración: 94 minutos


Entre las anécdotas que abundan en torno a la manera de dirigir de Luis Buñuel hay una lección magistral que no todos entienden. Afecta a la composición del plano y a la servidumbre que, en nombre de la belleza, suele imponer al relato cinematográfico el director de fotografía. Se puede resumir esto en una afirmación simple: un plano bonito rara vez es el plano bueno y casi nunca el necesario. Por eso mismo, el autor de Viridiana huía de la estampa y no dudaba en destrozar un encuadre si percibía en él excesiva complacencia o la sombra de lo gratuito. Claudia Llosa, la joven cineasta peruana autora de La teta asustada , se empeña en desafiar este principio.

Y lo hace a conciencia. Compone secuencias en función de los escenarios. Congela el tiempo. Desvirtúa el verosímil. Y retuerce el perfil psicológico de sus personajes hasta llevarlos a la incoherencia. ¿Realismo mágico? Más bien el fruto del deseo de aunar una escritura personal y contemporánea con un paisaje indigenista y anacrónico.

La teta asustada , una mirada a una joven acosada por el miedo, maniatada por el trauma de la violación y anclada a la muerte, permite a Claudia Llosa retratar el mundo nativo del Perú post-Sendero luminoso. La realizadora se sirve de la presencia magnética de Magaly Solier, la actriz con la que debutó con su anterior largometraje, Madeinusa , para confiar en que la cámara se embriague con su presencia. Ganadora en el último festival de Berlín, a la vista de su propuesta se entiende por qué un jurado en el que se encontraba Isabel Coixet la ha respaldado. Porque cada plano aspira convertirse en el cartel del filme; porque cada localización compite con la anterior en exotismo y porque cada secuencia aspira a congelar el tiempo como un microcosmos de El Bosco.

Hay tanta hambre de estética y de lirismo que la prosa que articula su guión se antoja débil y caprichosa. Ahora bien, si el filme puede desesperar a los amantes del relato, acabará por seducir a los paladares de lo indigenista y lo reivindicativo. De hecho, Llosa alumbra instantes de emoción tan notable que reinventa el musical. «Ah, claro, Buñuel, era sordo», dirá alguno. En efecto. En el cine de Buñuel la música sonaba de dentro a fuera.

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