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La soledad de Súper Bond

viernes, 28 de noviembre de 2008 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Marc Forster. Intérpretes: Daniel Craig, Jeffrey Wright, Mathieu Amalric, Gemma Arterton, Olga Kurylenko, Judi Dench, Giancarlo Giannini y Jesper Christensen. Nacionalidad: EEUU y Gran Bretaña. 2008. Duración: 108 minutos


A veces, por razones imprecisas pero no por ello razones sin peso, no hay manera de entrar, sinónimo de gozar, en un texto artístico. Habrá quién dude de que este tipo de cine, es decir, una nueva entrega del agente 007 merezca el calificativo de artístico, pero ésa sería otra cuestión. Lo que aquí interesa es que Quantum of Solace , algo así como la cuota de consuelo, provoca en quien esto escribe una sensación de agotado desconsuelo. Lo extraño, lo inesperado, es que la anterior entrega del 007, Casino Royale , aquella en la que debutó en el papel de James Bond el actor Daniel Craig, supuso una especie de rehabilitación de una franquicia ante la que nunca he sentido especial debilidad pero, también es cierto, casi nunca me ha echado de la sala. Es decir, con sus ingredientes convencionales: acción espectacular, belleza y lujo, violencia y sofisticación, ingenios tecnológicos y una radiografía sobre la maldad del mundo, fuera quien fuera el agente con licencia letal y fuera quien fuese su director, el entretenimiento estaba asegurado.

Se ha escrito que el actual 007 sufre una inversión mimética. Se dice que imita al Jason Bourne del siglo XXI. Curioso, porque Bourne, en su versión en los años 70, no era sino un remedo de James Bond. ¿El modelo acaba imitando a quien le copió en una perversión paradójica que formula un interrogante? ¿Queda algo auténtico?

Es de suponer que con esa comparación se está diciendo que este 007 resulta más real, más vulnerable, más cercano y políticamente más incorrecto. Puede ser. Lo que sin duda no es, es el 007 original. Aquí, enQuantum of Solace , filme que por vez primera continúa con la trama de la entrega anterior, se olvidan sus mejores virtudes, aquellas que conformaban la identidad del personaje. En su lugar, un insípido castillo de fuegos artificiales resuena sin cesar. En manos de Marc Forster, quien llegó a parecer un buen director, 007 ha pasado de ser un héroe a comportarse como un superhéroe. Esto no es cuestión de intensidad, sino travestismo de concepto. Craig salta más que Spiderman, encaja mejor que Hulk, engarza acciones propias de Ironman… pero ya no tiene tiempo para el placer y lo que es peor, está muy solo.

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