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Hablemos del cine en clave de hazañas bélicas

viernes, 26 de septiembre de 2008 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Ben Stiller Intérpretes : Ben Stiller, Jack Black, Robert Downey Jr. Brandon T. Jackson, Jay Baruchel, Danny McBride y Steve Coogan Nacionalidad: EE.UU. 2007 Duración: 106 minutos.

Allí donde Francis Ford Coppola fabricó con fuego y Wagner, con napalm y Morrison, su particular interpretación de lo que significa asumir un viaje al corazón de las tinieblas; es decir, allí en donde Joseph Conrad dejó escrito cómo la razón puede enturbiarse por la sangre, un payaso llamado Ben Stiller alza los brazos como un cristo sacudido por la metralla. O lo que todavía parecería más inverosímil, como un Rambo inteligente. En su viaje le acompañan un Robert Downey jr. de color negro y ojos que aconsejarían un internamiento psiquiátrico y un Jack Black de pelo rubio y tripas sueltas. Los tres, además de la aparición estelar de Tom Cruise, encabezan un filme que, entre otras cosas, parece capaz de poner de acuerdo entre sí a los defensores del cine de línea dura con los amantes del cine clásico del Hollywood de toda la vida.

Ésa es la primera victoria de esta guerra. Pero hay otras muchas. El general artífice de todo esto es el citado Stiller, un showman que no dudó en enfrentarse con Robert de Niro sin perder la cara. Un autor que tan pronto se pone al servicio de los Farrelly para «tontear», como impulsa lo que ya se percibe como la regeneración de la comedia americana actual. Con más de 80 intervenciones como actor y con una película de culto como director, Zoolander , Ben Stiller planea con este filme un proceso demoledor sobre el cine bélico atendiendo a ambos términos.

No sólo es Apocalipse now el material de derribo con el que este trueno del trópico resuena, sino que en él son perceptibles las huellas de todos aquellos que, de un modo u otro, realizaron incursiones bélicas. Del Stone de Nacido el 4 de julio , a Cimino, Spielberg y De Palma, nadie se salva. Nada queda en pie. Pero, para ese proceso de demolición, Stiller no aplica la piqueta torpe de Scary movie, ni la maza precisa de Aterriza como puedas. No se trata de parodiar con brochazos y mal gusto, sino de cincelar con actitud de orfebrería.

Su objetivo aspira a infiltrarse en los cimientos de la representación. Es decir, Tropic Thunder no es una suma de gags sobre diferentes películas de guerra, sino una acción devastadora sobre el arte de representar ese tipo de historias. Por eso, la carga de profundidad no descansa en los iconos de referencia sino en sus procesos de creación. Puede confundirse una cosa con la otra, pero estamos ante niveles de significación diferentes. Más lejos todavía, en realidad, dado que Stiller ha conseguido que los propios actores se autoinmolen en esta terapia que pasa por ridiculizarse a sí mismos, introduce en el mismo plano tres referentes: el de los modelos que se caricaturizan, el de los procesos de interpretación que les dieron vida y el de lo que esos mismos actores han dejado ver en su proyección pública.

Mucho más cerca de la posmodernidad de Tarantino que de la modernidad de Mel Brooks, Tropic Thunder pone en cuarentena todo un momento histórico sobre la manera de filmar películas. Y lo hace con un lenguaje irreverente, excesivo y autoparódico. Sujeto a alguna arritmia, y ahora en su estreno masivo aquejado por un doblaje lamentable que le resta parte de su fuerza original. No obstante, la prueba de que Tropic Thunder merece la pena, nace de su capacidad de aguantar segundas y terceras proyecciones sin que se le agote la munición. Al contrario, una vez que la historia ya ha sido percibida; los gestos apenas perceptibles, la demencial interpretación de sus actores y la generosidad de decenas de sabrosas ocurrencias, como ese Cruise en su baile final, se imponen por encima y más allá de su historia.

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