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El castigo del lobo feroz

viernes, 26 de septiembre de 2008 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Mark Herman Guión: John Boyne y Mark Herman según la novela de Boyne Intérpretes : Asa Butterfield, Vera Farmiga, David Thewlis, Jack Scanlon, Amber Beattie, Richard Johnson y Shelia Hancock Nacionalidad: Reino Unido y USA. 2008 Duración: 95 minutos.

Hay un leve pero definitivo escalón que John Boyne no subió en su aclamada novela, pero que el John Boyne guionista sí asume en su traslación al cine. Acontece en el final de la película. Aquí no se va a desvelar, pero sí a significar que ese ligero cambio es sintomático de la confianza que John Boyne y Mark Herman tienen en el espectador del cine con respecto al lector de novelas: escasa. Pero ¿desconfían del espectador o desconfían del producto fílmico? Cada uno responderá como quiera, pero al hacerse más evidente la conclusión final en el filme, se hacen notorias sus dudas sobre su película.

Salvo eso, en todo lo demás, Herman permanece fiel a la novela; una adaptación literal y lineal, ilustradora y de corto vuelo sobre una historia que abunda en dar una vuelta de tuerca al tema de los campos de concentración nazis a partir de fabular con una improbable hipótesis preñada con el sentimiento de rubricar un gesto de cruel justicia poética.

Básicamente la historia recrea las vivencias de un jefe militar de un campo de exterminio cuya vivienda, en la que habitan su mujer y sus dos hijos, se encuentra a escasos metros de los hornos de cremación. El filme desgrana el proceso de envilecimiento del padre de familia en un entorno claustrofóbico donde la hija mayor progresivamente se ve aleccionada en la demencia nazi mientras el hijo pequeño, todavía demasiado niño, distorsiona la realidad y cree ver pijamas de rayas en los trajes de los reclusos que poco a poco serán asesinados.

Leída la obra por millares de lectores, sobre todo jóvenes, el filme sabe garantizada una buena entrada, pero justo será recordar que eso no garantiza una salida satisfecha. Especialmente porque la película, planificada con la corrección de un telefilme y protagonizada en los papeles de los niños con desigual fortuna, parece irse diluyendo conforme avanza su aleccionadora parábola. Todo se fía a la fuerza del relato, pero éste no resulta igual de convincente leído que recreado en la pantalla donde el verosímil y la autenticidad se resienten gravemente. Queda, eso sí, una historia ejemplificante sobre la descomposición de una bestia nazi y cómo sobre ella misma recae la maldición que siembra.

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