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Archivo para diciembre, 2007

De Charlton Heston a Will Smith

viernes, 28 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Francis Lawrence. Intérpretes: Will Smith, Alice Braga, Dash Mihok, Salli Richardson, Willow Smith y Charlie Tahan. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 101 minutos.

No cabe confundir a Indiana Jones y sus celebradas aventuras con lo que aquí protagoniza el señor Ben Gates y sus interminables búsquedas, por más que Nicolas Cage se considere tan atractivo como Harrison Ford. En tiempos de carteleras desbrujuladas e inanes, la primera entrega de La búsqueda halló cierto -y merecido- predicamento en audiencias ociosas que encuentran placentero comer sus chucherías con un filme que les entretenga sin esperar de ellos pensamiento alguno. Como a un considerable taquillazo le sucede una nueva entrega, Nicolas Cage, Jerry Bruckheimer y Jon Turteltaub vuelven a reunirse para prolongar la fórmula nada original de este filme.

Y es que lo que este Diario secreto alberga carece de singularidad alguna. Es la suya la naturaleza del sucedáneo, aquello que parece pero que no es, lo que imita pero sustituye las materias nobles de lo imitado por los recursos baratos de quien copia. Se ha citado a Indiana Jones pero poco, muy poco cabe reclamar aquí de una de las mejores aportaciones de Spielberg. Su argumento bebe del hacer de El código Da Vinci y de esa inclinación a medio camino entre el conocimiento google y la incultura absoluta. Consiste en partir de hechos probados para proyectar sobre los mismos conjeturas delirantes y así, con el pretexto de la casualidad y la ayuda de la ignorancia, formular ideas peregrinas con verbos solemnes.

Aquí se mezcla el asesinato de Lincoln con las crónicas de Cabeza de Vaca sobre una ciudad de oro de la América precolombina, hipótesis ante cuya propuesta no cabe objetar nada. Lo lamentable del hacer de Turteltaub es que dilapide por completo el pequeño prestigio que había alcanzado con su anterior entrega. Si en La búsqueda (2004) algunos detalles podían reclamar el testigo del buen cine de aventuras, aquí el director y los productores apuestan de manera burda por los fiascos consecutivos de las aventuras cinematográficas de Lara Croft. Aquí como allá, Jon Voight, el padre real de Angeline Jolie, pasea la sombra del actor que alguna vez pareció. El resto hace lo que puede. Cage sigue sin conocer la contención y Ed Harris parece bueno, incluso aunque participe en obras tan mediocres como ésta.

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El código Lincoln

viernes, 28 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Jon Turteltaub. Intérpretes: Nicolas Cage, Jon Voight , Harvey Keitel, Ed Harris, Diane Kruger, Justin Bartha, Bruce Greenwood y Helen Mirren. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 128 minutos.

No cabe confundir a Indiana Jones y sus celebradas aventuras con lo que aquí protagoniza el señor Ben Gates y sus interminables búsquedas, por más que Nicolas Cage se considere tan atractivo como Harrison Ford. En tiempos de carteleras desbrujuladas e inanes, la primera entrega de La búsqueda halló cierto -y merecido- predicamento en audiencias ociosas que encuentran placentero comer sus chucherías con un filme que les entretenga sin esperar de ellos pensamiento alguno. Como a un considerable taquillazo le sucede una nueva entrega, Nicolas Cage, Jerry Bruckheimer y Jon Turteltaub vuelven a reunirse para prolongar la fórmula nada original de este filme.

Y es que lo que este Diario secreto alberga carece de singularidad alguna. Es la suya la naturaleza del sucedáneo, aquello que parece pero que no es, lo que imita pero sustituye las materias nobles de lo imitado por los recursos baratos de quien copia. Se ha citado a Indiana Jones pero poco, muy poco cabe reclamar aquí de una de las mejores aportaciones de Spielberg. Su argumento bebe del hacer de El código Da Vinci y de esa inclinación a medio camino entre el conocimiento google y la incultura absoluta. Consiste en partir de hechos probados para proyectar sobre los mismos conjeturas delirantes y así, con el pretexto de la casualidad y la ayuda de la ignorancia, formular ideas peregrinas con verbos solemnes.

Aquí se mezcla el asesinato de Lincoln con las crónicas de Cabeza de Vaca sobre una ciudad de oro de la América precolombina, hipótesis ante cuya propuesta no cabe objetar nada. Lo lamentable del hacer de Turteltaub es que dilapide por completo el pequeño prestigio que había alcanzado con su anterior entrega. Si en La búsqueda (2004) algunos detalles podían reclamar el testigo del buen cine de aventuras, aquí el director y los productores apuestan de manera burda por los fiascos consecutivos de las aventuras cinematográficas de Lara Croft. Aquí como allá, Jon Voight, el padre real de Angeline Jolie, pasea la sombra del actor que alguna vez pareció. El resto hace lo que puede. Cage sigue sin conocer la contención y Ed Harris parece bueno, incluso aunque participe en obras tan mediocres como ésta.

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Del engaño, la traición y la mentira

viernes, 28 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Billy Ray. Guión: Billy Ray, Adam Mazer y William Rotko. Intérpretes: Chris Cooper, Ryan Phillippe, Laura Linney, Dennis Haysbert, Caroline Dhavernas y Gary Cole. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 110 minutos.


Hay una secuencia en El espía , cuando la película encara su último tercio, que insinúa lo que podía haber sido y no lo es: un inteligente ensayo sobre la mentira. Está resuelta en un par de minutos. En ella, Robert Hanssen (impecablemente encarnado por Chris Cooper) es traicionado por su subordinado Ryan, quien no duda en abrir el sobre que éste le ha entregado. Cuando, lleno de asombro, contempla lo que hay en su interior, irrumpe su novia quien, a su vez, se sirve de una argucia para quedarse sola en la casa y a su vez traicionar a su novio para ver qué es lo que éste le oculta, y que, en cierto modo, es la prueba de la vileza de su trabajo: engañar a quien se le confía. Para cerrar esta exaltación de la falsedad, lo que asombra a Ryan y descompone a su novia, no es sino una inexplicada traición de Hanssen que exhibe de manera gratuita su intimidad conyugal con su propia esposa.

Lamentablemente Billy Ray, director que antes fue guionista, se encuentra demasiado maniatado por el material de partida: el caso del último gran espía detenido hace 6 años y protagonista de un escándalo de grandes proporciones. Vuelve a ocurrir que la letra de lo real deja sin palabras al guionista de la ficción y lo que es peor, dada la escasa información que se tiene sobre la verdad, reduce todo a máscaras de cartón-piedra.

Es cierto que Ray se conduce con modélica austeridad. Su filme se desentiende de la acción para fijarse en la introspección pero ésta, sin apenas realidad que la sustente, se transforma en una hueca liturgia. Y es que hay demasiados silencios inexplicados en el perfil de Hanssen. Un fervoroso creyente católico, miembro del Opus Dei y uno de los pesos pesados del FBI, condenado a cadena perpetua por alta traición al entregar secretos y camaradas a la URSS. Con ello, se impone la sospecha de que el retrato de Hanssen ha sido prefabricado por aquellos a quienes traicionaba. Así, sus perversiones sexuales y su fervorosas creencias, tal y como aquí se muestran, chirrían y con ello disuelven su credibilidad ante un personaje que siempre aparece excesivamente maquillado. Como si Ryan, inconscientemente, subrayase ese tono de farsa en el que se ahoga su película.

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Ley y (des)orden en un lindo y ¿tranquilo? pueblecito

viernes, 7 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Edgar Wright. Intérpretes: Simon Pegg, Nick Frost, Jim Broadbent, Timothy Dalton, Stuart Wilson, Olivia Coleman, Paddy Considine, Kevin Eldon. Nacionalidad: Gran Bretaña. 2007. Duración: 113 minutos.

Circula por los videoclubes una humilde película que no para de alquilarse. Se titula Zombies party. En ella, a la sombra del revival de los no muertos, se teje una corrosiva comedia llena de mala uva capaz de provocar risas como las de antes. Arma fatal también las cosecha. Porque Arma fatal es una especie de Buddy movie party y un más que digno heredero al trono de Aterriza como puedas . Y es que, tras la aparente insustancialidad de su humor, late un inteligente resucitador del mejor cine de carcajada y escalpelo.

¿De dónde surge este solvente equipo formado por el director Edgar Wright y el actor Simon Pegg, presentes en ambos títulos? De allí donde se exilian los mejores talentos del cine narrativo contemporáneo: de la televisión. Ya no es ningún secreto. Cada día crece el espacio que las tiendas especializadas dedican a las series de televisión. La mitad se venden por razones de blanda nostalgia; pero la otra mitad, porque en ellas late una libertad creativa y una pasión fabuladora como ya no es factible hallarlas en el cine de gran presupuesto.

El equipo formado por Wright y Pegg fue alumbrado en series como Spaced y Asylum ; y sus raíces saben cómo se siente siendo british . Por ello, desde los viejos aromas de la Comedia Ealing a los permanentemente revisitados restos del legado de los Gilliam, Palin, Jones, Cleese y compañía, el atildado y socarrón humor británico proyecta aquí su poderoso influjo. Pero sería reduccionista colocar Arma fatal sólo sobre estas dos columnas cuando por sus venas corre una enciclopédica revisión cinéfila llena de guiños, saqueos y caricaturas grotescas e inolvidables. Es medio cierto que su modelo de partida corresponda al subgénero de las buddy movies . Es decir, esas películas protagonizadas por dos compañeros a su pesar, a menudo policías y siempre de métodos antagónicos cuya razón de ser es que, conforme avanza la acción y surgen los roces, aprenderán el valor de la amistad. Y aunque aquí Simon Pegg se reencuentre con Nick Frost como ocurría en la citada Zombies party , es decir, sean dos protagonistas, su naturaleza no bebe únicamente de esa Arma letal que se insinúa en el título. Por eso sus autores la titularon Hot fuzz pero los distribuidores españoles prefieren apelar discutiblemente a la serie de Mel Gibson. Discutible porque, como afirmaba Edgar Wright, su filme puede definirse como un episodio de Miss Marple filmado por Tony Scott. Que traducido significa que recrea una vieja forma narrativa tras digerir los efectismos del lenguaje publicitario. ¿Cierto? Más o menos.

Como buen humorista, Wright esconde su verdadera jugada. Como un prestidigitador llama la atención sobre lo insustancial para disimular sus intenciones. Busca que sea el público quien crea descubrir por sí mismo el talento de una película airada e irreverente. Cosa que es de agradecer.

Aquí se cuentan las andanzas de un buen policía que cree en la ley y que está comprometido con la justicia y su cumplimiento. Su eficacia resulta insoportable para sus compañeros, su capacidad de trabajo los pone en evidencia, su honestidad los convierte en desalmados. ¿Quién necesita hombres justos en una sociedad de corruptelas y componendas? La respuesta es nadie. Tan letal como peligroso resulta un funcionario que desea trabajar de verdad en el corazón de la Administración y el sargento Angel es trasladado de Londres a un ¿apacible? pueblecito. Y ahí comienza de verdad esta desternillante película filmada como si Ken Loach y Mike Leigh, en lugar de divinizar a Marx y Trostky hubieran escuchado a los Clash y los Pistols y hubieran sido acogidos por los Monty Python.

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Escritor que bala, musa que pierde

viernes, 7 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Dirección y guión: Paul Auster. Intérpretes: David Thewlis, Irène Jacob, Michael Imperioli, Sophie Auster. Nacionalidad: Francia, España y Portugal. 2007. Duración: 93 minutos.


La obra de Paul Auster gira en torno a la idea del azar. En ella los encuentros improbables se hacen verosímiles, los elementos fantásticos no lo parecen y las situaciones singulares se impregnan de una cotidianeidad anclada en el sentido común por delirante que éste sea. Esto nos es servido con una prosa precisa, accesible y directa. Por eso Auster es de esos autores que cuando enganchan a un nuevo lector lo atrapan en su sentido literal. Hagan la prueba y pregunten, tal vez usted también sea uno de ellos. La cuestión es que quienes han leído algo suyo, rara vez se conformaron con una sola novela. Es decir, algo hay en su narrativa que, como la Coca-Cola, impele a seguir consumiéndola hasta que por exceso se provoca un rechazo o una indigestión. Pasado un tiempo, retorna de nuevo este fenómeno de la chispa de la vida que vuelve a atrapar. Carece de matices profundos pero funciona, arregla resacas y refresca.

Si el azar anuda su obra, el azar alumbró su segundo largometraje, un filme de bandera europea, reparto internacional y vocación sacrifical por la que el escritor ensaya un desnudo integral que le lleva a esbozar un inquietante discurso sobre la musa como inspiradora de la creación, o sea madre, y su propia hija en la vida real. ¿Un cruce chirriante entre el objeto intelectual y la obra biológica? Sin duda.

Hace unos años, con Lulu on the bridge , Auster debutó como cineasta con una extraña pieza de cronómetro dislocado y romance radical. Sin alcanzar la excelencia, Auster sorteaba la impericia del oficio con la brillantez del buen fabulador que lleva en su interior. En ese mismo interior se pierde ahora, cuando Paul Auster se olvida del relato con el pretexto de ahondar en el misterio de la escritura, en esa relación tiránica y experimental por la que el escritor se hace a sí mismo en su escritura. Tan sugerente ambición no encuentra al cineasta capaz de concretarla en imágenes. O más exactamente, el Auster director se defiende bien en los veinte minutos iniciales. Luego, cuando el ciclo de la repetición se insinúa, el Auster padre, que ya ha esbozado su inquietud, nos deja con su bella hija. Pero eso ya no es ni cine, ni literatura. Es sólo una bonita voz y una atractiva fotogenia.

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De padres gatos, hijos…

viernes, 7 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Bruce A. Evans. Intérpretes: Kevin Costner, Demi Moore, William Hurt, Dane Cook, Marg Helgenberger, Ruben Santiago-Hudson,Danielle Panabaker. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 120 minutos.

La apoteosis de Kevin Costner se llama Bailando con lobos. Ganó siete Oscar, entre ellos el de Mejor director y Mejor película. De eso hace ya 17 años y, en este tiempo, Costner ha cosechado más decepciones que excelencias y aciertos. Como se recordará, en aquel filme Costner rendía un homenaje a los indios exterminados por la ambición de los colonos blancos e interpretaba a un desengañado oficial del Ejército, un arquetipo del héroe solitario del cine clásico. Nada de ello hay en Mr. Brooks , sino justamente la negación de lo que su personaje fue en otro tiempo.

Es pues el suyo un camino descendente que culmina aquí en Mr. Brooks con un raro ejemplo sobre las reglas no escritas del star system . Lo habitual es comenzar interpretando papeles secundarios y/o de villanos para acabar en la piel del héroe. Pero Mr. Brooks representa el intento más desesperado de una estrella para no perder su lugar en el Olimpo: es la pesadilla del hombre que soñó con ser Robin Hood y que despertó encarnado en un asesino. Porque, digámoslo pronto, Mr. Brooks es un psicópata sin coartada ni legitimidad. Un killer despiadado, esquizoide y pulcro que representa el fracaso del Hollywood clásico ya preludiado con obras como Henry, el retrato de un asesino y El silencio de los corderos .

En el cine actual que no cree en héroes ni demanda del filme un relato simbólico el público simpatiza con el criminal a costa de sumar frustraciones y tragar la bilis de lo real. Cansado de las angustias de los superhéroes, el espectador contemporáneo goza con el sadismo del psicótico.

Mr. Brooks lo es y resulta ejemplar. Para darle un sólido norte, Costner saca reflejos del Kissinger que lleva en su epidermis, apacible cordero con alma de cobra de colmillos envenenados, y deja atrás esa galería acartonada de deportistas en edad del retiro que tanto ha frecuentado en los últimos tiempos con insípidos resultados. Aquí no. Aquí, en este filme de redenciones y rendiciones, Demi Moore también remonta el vuelo e incluso Willian Hurt se recrea en la sombra de una conciencia amordazada. De este modo, Mr. Brooks teje un thriller extraño y obsesivo, un filme turbio que sin ser brillante sabe ser distinto.

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