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Más madera… y sin frenos

viernes, 2 de noviembre de 2007 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección y guión: Gonzalo Suárez. Intérpretes: Carmelo Gómez, Aitana Sánchez-Gijón, Maribel Verdú, Bárbara Goenaga, Najwa Nimri, Jorge Sanz y Alberto Jiménez. Nacionalidad: España. 2007. Duración: 115 minutos.

Lo mejor de Oviedo Express es percibir que con ella su director, Gonzalo Suárez aspira al «estrellato». Ojo, no descarrila, ni se pierde, ni se detiene. Simplemente se estrella contra algo que él define como una degeneración de géneros. Algo no funciona en el cine español cuando es de agradecer que un cineasta como Gonzalo Suárez acabe de este modo, pero es que, al menos, su Oviedo Express , sueña con alcanzar velocidad de autor cuando la mayor parte aspira a alcanzar botín de pernada subvencionada y recompensa de taquilla, sin arriesgar nada ni poner talento.

La primera imagen de Oviedo Express nos remite directamente a 1885, el año del debut de los hermanos Lumière. A partir de allí Suárez, en su obra más radical, cuestiona el arte del relato y por lo tanto convoca a otras dos ramas de la creación artística que le son afines: el teatro y la literatura.

Argumentalmente Oviedo Express propone un viaje imposible, aspira a salir de La Regenta , obra que el propio Suárez ya dirigió hace años, enganchada a un relato de Stefan Zweig. Con ese equipaje acaba estacionándose en una especie de El perro del hortelano de la contemporaneidad. Dicho de otro modo, comienza con los humos de la revolución industrial de finales del XIX para atisbar la esencia de esa picaresca de cornudos y enredos de una cultura vieja de hijosdalgo en celo y funcionarios sin honra. Para lograr su objetivo, Suárez ha convencido a sus tripulantes para desnudarse por completo. Y lo hacen. Por fuera y por dentro. Con un arrojo cercano a la demencia.

Todos los actores se rozan y se despellejan, por fuera y por dentro, y casi todos se muestran sin ropa en un gesto suicida de estimulante coherencia. Son gentes sin miedo. Y sin miedo Suárez habla de un presente ajeno a correcciones políticas y huérfano de sentido común. Ha medido mal su película, alarga el viaje y se pierde en recovecos sin fuste, si es el pago para alcanzar su insólita singularidad, merecía la pena. El artificio y la distancia, el exceso y lo subversivo son sus credenciales. Media docena de diálogos brillantes y un disparate permanente es lo que lo convierte en un filme tan generoso en talento y esfuerzo como sensual y desvergonzado en su desvarío.

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