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Atrapado por su falsificación

viernes, 28 de septiembre de 2007 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Lasse Hallström. Intérpretes: Richard Gere, Alfred Molina, Hope Davis, Marcia Gay Harden, Stanley Tucci , Julie Delpy. Nacionalidad: EEUU. 2006. Duración: 116 minutos.

Lasse Hallström nació en Estocolmo en 1946. Saltó al panorama internacional con un filme de memorias infantiles, Mi mundo como un perro (1985). Era una película amable que le sirvió para ser nominado al Oscar y que significó su incorporación al cine norteamericano. De hecho, allí se ha anclado. Y desde allí se viene significando como un narrador de formas suaves y contenidos densos. Sus películas huyen de la estridencia, jamás recurren a efectismos impropios y siempre parecen mostrar una mirada cómplice hacia sus personajes. Pero al mismo tiempo se complace en poner vitriolo con las convenciones y los prejuicios.

Entre lo mejor, Las normas de la casa de la sidra y Chocolat : dos fieles y buenos exponentes del estilo de un realizador con bastante gancho para el gran público. Especialmente si éste ya ha pasado la adolescencia y muestra en sus gustos una cierta querencia por los trabajos bien acabados, canónicos y en donde el mundo de los sentimientos se muestre con plenitud. Se recuerda que Hallström fue responsable de la mayor parte de los vídeos de ABBA, en cuyo éxito algo tuvo que ver. En el debe, entre lo más fallido, habría que citar la reciente incursión en la figura de Casanova , una mirada reconciliadora y blanda que quedaba muy lejos del techo de Fellini y en donde confluía buena parte de esa excesiva corrección formal que le achacan quienes con él son más críticos.

Da igual. En todos los casos, acierte más o menos, guste más o atraiga menos, parece indiscutible reconocer que a su corrección formal y a su elegante acabado siempre le acaba restando puntos su falta de punch y una ambigua sensación de no llegar nunca a la raíz de lo que las historias le reclaman desde el fondo.

Pues bien, todo lo dicho puede aplicarse punto por punto a La gran estafa , una película basada en la historia de Clifford Irving, un buscavidas literario que puso contra las cuerdas a medio mundo al escribir la biografía oficial de Howard Hughes.

Inaccesible para el mundo, Hughes, multimillonario excéntrico y manipulador, controvertido y mitificado, se había convertido en un material goloso para la curiosidad de ese público al que en buena medida seguía dominando. Lo que Irving hizo en la vida real y Gere recrea en La gran estafa abunda en el simulacro por el que un escritor en busca de autor falsificó la autenticidad de unas memorias simuladas en cuyos pliegues verdad y mentira acabaron confundiéndose.

En La gran estafa , como si se tratara de un biopic, Hallström recrea los hechos que llevaron a Irving a idear primero su timo editorial, luego a propiciar su triunfo mundial, y finalmente a mostrar su debacle y su castigo. Tres tiempos para un proceso en el que Richard Gere y el siempre notable Alfred Molina dan rienda suelta a un proceso de identificación entre el personaje a quien Irving le roba las declaraciones y él mismo quien, en algún modo, poco a poco se va fundiendo con su biografiado. ¿Quién fagocita a quién? es la pregunta que surge de esta reflexión sobre la credibilidad mediática, la verdad y la leyenda, eso que Ford decía era lo que al final los lectores quieren leer.

Hallström simpatiza con Irving, eso es notorio. Y su hazaña le sirve para desnudar el mecanismo de la industria editorial y la miseria de su engranaje. En el filme, Hughes es el protagonista por ausencia. Él encarna, no ya el misterio, sino las paradojas y contradicciones de EEUU, algo que Hallström analiza aquí con tanta sobriedad como falta de brillo.

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