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Sexo y diseño

viernes, 7 de septiembre de 2007 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección y guión: Alek Keshishian. Intérpretes: Brittany Murphy, Matthew Rhys, Catherine Tate, Santiago Cabrera, Elliot Cowan y Stephanie Beacham. Nacionalidad: Reino Unido y Francia. 2006. Duración: 99 minutos.

En cada fotograma salta un guiño; en cada secuencia, un homenaje; en cada palabra, un eco. Amor y otros desastres comparte con Death proof una actitud generacional. Ambos obedecen a ese modelo de cine neoclásico por el que se repiten las viejas películas con la complicidad de que quien las ve asume el disfrute de ese cine disfrazado. Es decir, tanto Alek Keshishian como Quentin Tarantino no cree nen lo que cuentan y, en consecuencia, muestran el artificio narrativo. Por eso echan mano de sus fuentes, de sus iconos y de sus desfalcos. Ambos practican un cine posmoderno y cinéfago. La diferencia está curiosamente implícita en el título. Tarantino alimenta su pasión por el cine salvaje y tremendista, a Keshishian le gustan las comedias de amor y lujo.

La pregunta que se/nos hace es la siguiente: ¿Es posible volver a hacer películas como Desayuno con diamantes sin que el público salga corriendo? Keshishian se teme que no, pero le gustaría que sí. Para ello ha escrito un argumento lleno de enredos, sentimental y romántico.

Como en El diablo viste de Prada , aquí los encuadres se llenan de glamour y diseño. De hecho esta película admite dos pases. Uno para quedarse con la historia que cuenta; el otro, para tomar nota del catálogo de interiores y la colección del vestuario. Hay que decir que la segunda aporta más, pero la primera ni molesta, ni aburre, incluso hace sonreír por su ingenuidad. Hay que ser muy atrevido para obligar a Brittany Murphy a imitar con tanto descaro a Audrey Hepburn. Alek Keshishian, que hace quince años dirigió En la cama con Madonna , se pega a la piel de Brittany Murphy y ésta, desinhibida, pizpireta y con desparpajo se aplica en el papel de una celestina preocupada por buscarle un hombre a su compañero de piso al tiempo que evita que un príncipe azul le eche el lazo.

El enredo está servido. Nos lo cuenta uno de los personajes, aspirante a guionista e incluso al final, en un golpe de espejos, se mezcla la película que él quiere escribir con la que nosotros estamos viendo. Todo dulce, todo venial, todo un poco pijo. Una duda aparece al final del filme: ¿qué hace en esta nadería David Fincher como productor ejecutivo?

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