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Un péplum para el siglo XXI

viernes, 31 de agosto de 2007 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Doug Lefler. Intérpretes: Colin Firth, Ben Kingsley, Aishwarya Rai, Peter Mullan, Thomas Sangster, Kevin McKidd, John Hannah y Iain Glen. Nacionalidad: Gran Brertaña, EEUU y Francia. 2007. Duración: 110 minutos.


Si en lugar de Doug Lefler esta nave hubiera sido capitaneada por Robert Rodríguez, La última legión podría haber sido el Sin City del péplum, una especie de Planet Terror de las «pelis de romanos». Como está el citado Lefler, director de varios capítulos de Xena, la princesa guerrera y de Hércules; todo se vuelve pequeño, simple, directo y, digámoslo pronto, carente de brillo.

La última legión parte de un best seller millonario y se apunta a esa corriente narrativa que se complace en mezclar la Historia con el delirio. Su argumento aspira a levantar un puente imaginario entre el declive del imperio romano y el nacimiento de la leyenda del rey Arturo. Hábil artimaña de vendelibros que se nutre de fuentes muy frecuentadas por los aficionados al cine de aventuras. O sea, que La última legión , producida por el sello de Dino De Laurentis, utiliza la vieja fórmula del cine de barrio de los años 50. Un reparto de actores reconocibles aunque no ocupen los primeros puestos. Una mezcla de ingredientes que ya han funcionado; el espectador con paladar y memoria puede reconocer sabores que van desde El señor de los anillos a El Rey Arturo pasando por Gladiator. Y, finalmente, una actitud humilde por la que, reconociendo su naturaleza de híbrido, deja a un lado solemnidad y rigor para fiarlo todo al puro divertimento.

Cine de baja ambición y escasa intensidad, La última legión es víctima de un grave olvido. No existe guión digno de ser así llamado. Aunque Lefler copia esforzadamente a otros filmes, nada puede hacer ante las lagunas del libreto. El principio de causalidad aquí no existe. La evolución dramática de los personajes, no se conoce. La sorpresa y el suspense, y eso sí es su responsabilidad, se malogran porque en realidad, Lefler trata al espectador como a un niño. Y aquí surge el pequeño prodigio de La última legión . Su lección de pundonor. Puede ser mala, de hecho lo es; pero no aburre. Nadie se toma muy en serio. Los personajes salen y entran del cuadro inopinadamente. Los malos, son fatales. Los buenos, abruman y el padre del rey Arturo, último emperador de Roma, rezuma el carisma del hijo perfecto e improbable padre ideal. ¡Qué bonito!

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