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Magisterio animado

viernes, 10 de agosto de 2007 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Brad Bird. Doblaje español: Guillermo Romero, Carlos Isbert, Fernando Cabrera, Juan Amador Pulido, Luis Mas, Héctor Cantolla, Inés Blázquez y Jesús Carrasco. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 110 minutos

Hace apenas una semana, las campanas a muerto despedían a dos magistrales cineastas fallecidos el mismo día; Antonioni y Bergman. Hace apenas un par de días, Le Monde reconstruía un diálogo imaginario con regusto a epitafio y cineastas como los Dardenne, Assayas y Bellocchio transmitían una sombra de pesadumbre y nostalgia ante el vacío de su ausencia. En su pesar había algo que se trasmitía al propio cine como si con ellos, el cine también se estuviera muriendo en algún modo.

Es un sentir comprensible pero ¿resulta lógico? Veamos. Eran casi centenarios, nacieron cuando el cine todavía no hablaba y cuando su gramática estaba en construcción. Engrandecieron el cine, le regalaron obras cumbre como Blow Up y Persona y su muerte, paradójicamente, ha llegado cuando hay voces que anuncian el final del cine. Pero desde los años 60 se viene hablando de ello. En los años 80, un Wenders presuntuoso, reclutaba a un puñado de cineastas para hablar sobre el no futuro del cine frente al vídeo. Hace tres meses, una recién nacida revista española volvía a cuestionarse eso mismo. ¿Está muriendo el cine?

No lo creo. Y Ratatouille es una prueba incontestable de que todavía es factible aunar inteligencia con diversión, capacidad introspectiva con ritmo y sensibilidad y darle a todo ello una forma fílmica capaz de emocionar al espectador.

Ratatouille entre otras muchas cosas, puede verse como un homenaje al cine, que es como decir a Bergman y Antonioni. Ratatouille es un ejercicio de honesta adecuación entre ambiciones y resultados. No hay espacio para desarrollar todo lo que Pixar representa pero sí lo hay para significar que, tras los nombres del equipo capitaneado por John Lasseter, hay un decidido intento por retornar los fundamentos del relato clásico. Ese que Disney elevó a categoría de genialidad. No es casualidad que haya sido la Pixar la que ha evitado la desaparición de la Disney.

Pero hablemos de Ratatouille . Dirigida por Brad Bird, autor de la memorable El gigante de hierro y de la brillante Los increíbles , Ratatouille , bajo el pretexto de hablar de los placeres culinarios, es un monumento al riesgo y a la diferencia. Dentro de algunos años, Ratatouille formará junto a obras como Monstruos S.A. , Buscando a Nemo y Toy Story la mejor antología del imaginario de la sociedad del siglo XXI. En sus intersticios podrán analizarse los sistemas de valores de nuestro tiempo. Y en filmes como Ratatouille hallarán la eficacia extrema de una de las mejores factorías de animación de todos los tiempos.

Divertida, brillante, compleja y generosa, la obra dirigida por Bird en realidad deviene en puro autorreflejo de lo que Pixar representa. La fe en el trabajo colectivo, la sublimación de recuperar las viejas fórmulas tradicionales añadiendole eso sí, el valor impagable de las pequeñas innovaciones, la importancia de saber asumir el valor del riesgo, la convicción de que todos pueden hacer lo mejor aunque no todos estén dispuestos a conseguirlo,… en definitiva un ideario con el que se podrá estar más o menos de acuerdo pero en el que, como acontecía con el Disney de su época más feliz, la de los llamados Nine Old Men, rebosa vitalidad y entusiasmo.

Los pequeños disfrutan y los adultos perciben que el gran cine, en estos momentos, se refugia en la animación. Es sólo cuestión de calidad y de talento. Parece disparatado, pero mientras surjan películas como Ratatouille crecerá la esperanza de saber que el cine de Bergman y Antonioni tendrá descendencia.

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