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Deseos de niño, pasiones adultas

viernes, 10 de agosto de 2007 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección y guión: Robert Rodriguez. Intérpretes: Rose McGowan, Marley Shelton, Freddy Rodriguez, Josh Brolin, Jeff Fahey, Michael Biehnn y Naveen Andrews. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 97 minutos.

Robert Rodriguez y Quentin Tarantino formularon en los años 90 los rasgos más significativos del cine de su contemporaneidad. Un cine descreído hecho de pasión cinéfila y de sobredosis de vídeo. Llegaron con insolencia. El primero arrasó con El mariachi , una película financiada con un puñado de dólares que no daban ni para pagar el catering de una mediocre producción de Hollywood. Tarantino hacía lo propio con Reservoir dogs . Ambos apelaban a la complicidad de un público joven capaz de ver más allá del puro relato para recrearse con los guiños, con las fuentes y con los subrayados. Utilizaban la truculencia del cine gore, la libertad del cine salvaje, el delirio del cine visionario. Veinte años después, siguen en lo mismo.

Grindhouse es la prueba y Planet Terror la mitad de un proyecto que contemplaba la recuperación del programa doble, el sabor húmedo y atorrante del cine de barrio y el valor insobornable del cine extremo. Pero Grindhouse ha sido un monumental naufragio. Tanto que se estrena en dos partes para paliar el descalabro sufrido en EE.UU. Y aunque al ser dos películas, la fragmentación no afecta al relato, con ello se destroza el intento de recuperar los modos en los que se consumía el cine B en los suburbios de las grandes metrópolis.

Es decir, el intento de recrear el ideal de cine que ellos veían, o creían ver cuando eran adolescentes. Y es que hay mucha nostalgia en Grindhouse , un exceso de ingenuidad industrial y quizá algo de soberbia en Rodriguez y Tarantino. Planet Terror con su imagen rayada, con sus fotogramas quemados, con sus falsos trailers y sus fotogramas robados destila sobreentendimiento y entusiasmo. Rodriguez y Tarantino, ratas de videoclub que han estudiado hasta los subproductos más ínfimos, ahora ofrecen su recuerdo a todo ello, ignorantes de que el gran público carece de su interés y es ajeno a tanta curiosidad. Esa es la más amarga lección del fracaso de este proyecto: que ya no es tiempo para el entusiasmo.

En Planet Terror hay muchas debilidades pero hay secuencias, planos e imágenes impagables. Hay exceso e incontinencia pero hay riesgo y hay una Rose McGowan con una pierna amputada que hubiera seducido incluso al mismísimo Buñuel.

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