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Pasen y vean

viernes, 8 de junio de 2007 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Gore Verbinski. Intérpretes: Johnny Depp, Orlando Bloom, Keira Knightley, Geoffrey Rush, Bill Nighy, Chow Yun Fat, Stellan Skarsgård. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 168 minutos.

Se le adjudica a Sylvester Stallone, aunque es posible que no sea cierto, la autoría indirecta y por él impensada -es obvio- del actual sistema de explotación cinematográfica. Al parecer, el estreno de su penúltimo Rocky recibió tal descarga de críticas negativas primero y en consecuencia tan poco público después, que los ejecutivos de Hollywood, asustados por la debacle económica, idearon un perverso plan. Su negocio no podía quedar en manos del gusto y de la calidad. Así que en lugar de proceder a un estreno escalonado de sus productos, la nueva tendencia consistiría en propiciar estrenos simultáneos en todo el mundo. Primero se bombardea mediáticamente al público espoleando su curiosidad y luego se le facilita que pueda adquirir la entrada esté donde esté. De ese modo, para cuando las referencias críticas llegan a oídos de los clientes potenciales, cuando el espectador puede escuchar de ese boca a boca que tal película es impresentable, son tantos los que han pasado por taquilla que las consecuencias de un mal filme apenas repercuten en el balance de cuentas.

Y así, año a año, mes a mes, asistimos a una peligrosa tendencia consistente en que esos grandes títulos copan cada vez más y más pantallas deseosos de recaudar en tres días lo que el resto de películas no alcanzará nunca. Por ejemplo, la tercera entrega de Piratas , ella sola, rozó el 75% de la recaudación de taquilla en su primera semana. Dicho de otro modo, casi 8 de cada 10 personas que fueron al cine hace dos fines de semana lo hicieron para ver a Johnny Depp y sus compañeros filibusteros nacidos en Disneylandia.

Ante ese panorama uno percibe que tiene poco que decir de esta película. Es más, estoy por asumir la letra de Fito y sumarme a decir nada, pero no sería justo. Hay mucho que decir. Por lo pronto, con su récord de salas, Piratas 3 ha esquilmado la cartelera de todos los cines. Lo grave no es ya que todos acudan a su llamada, lo peor es que casi nadie se atreve a estrenar cerca de ella. En consecuencia, tenemos estos días una de las programaciones más tristes del año.

Hablemos pues de esta película que además no es una película, sino media. ¿Lo recuerdan? Piratas 2 acababa sin resolver la historia. ¿Y qué se resuelve en la tercer entrega? Todo, o casi, porque queda una puerta entreabierta para que, dentro de diez años, el Holandés Errante vuelva.

Piratas 3 arranca con una ejecución sumarísima propia de un musical con textos de Dickens y Stevenson. Pero de los precedentes literarios sólo se recoge la apariencia, su texto pertenece al videojuego y, en él, abunda la acción y callan las palabras. Ciertamente, en él abunda todo y en tanta cantidad que acaba por resultar indigesta. Es una paradoja, porque si argumentalmente es media película, en ella hay personajes como para filmar una docena. Más no es mejor y éste es un principio olvidado por la película. Al equipo de Verbinski no se le puede acusar de racanería. Espectacular es y aunque confunde el barullo con la complejidad y la ironía con la humorada, esta reunión final trata de responder a las expectativas de la atracción ferial que fue en su origen.

Es un más difícil todavía. Y, como en una montaña rusa, Verbinski lleva al público de un lado a otro en plena sublimación escópica. Del espíritu burlón del primer filme sobreviven, como figuras de cera, sus principales protagonistas. Hay algunos subrayados felices y resuena el fiasco de ver a Keith Richards reina madre de este carnaval sin fe ni inocencia. Que vuelva Lancaster y que regrese Barbarroja.

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