Crónica del IV Reich: Una Unión Bancaria Europea a la germánica

Siguiendo con la monótona serie de post dedicados a narrar las gestas de AngelaMerkel en las instituciones europeas, toca explicar uno de los más flagrantes ejercicios de egoísmo antieuropeísta que hasta la fecha habíamos vivido. En el Consejo Europeo de junio de este año, hace ya seis meses, los líderes europeos presionados por la crisis del euro y de la deuda soberana de algunos de los miembros de la moneda única alcanzaban un acuerdo para la puesta en marcha de la Unión Bancaria Europea, probablemente en la única escena de los últimos años que suponía un revés para los intereses de Alemania en su particular diseño y modo de entender la Unión Europea. A regañadientes pero Merkel aceptaba un acuerdo que no le satisfacía ni en los procedimientos, ni en los tiempos de implementación. Le gustara o no, quedaba obligada a cumplir un acuerdo de Consejo, pero la Canciller se apresuró a las pocas semanas del encuentro en Bruselas a dejar claro que Alemania no aceptaba lo pactado y cambiaría la letra y la música de la Unión Bancaria en posteriores reuniones. Y dicho y hecho que para eso es la más fuerte y la que manda. Ha llegado diciembre y ha impuesto su criterio en casi todos los postulados, pero principalmente en dos cuestiones básicas: el control del BCE sobre las entidades financieras deja fuera a las cajas de los länders alemanes y la aplicación del organismo de supervisión bancaria del Banco Central no será efectivo hasta marzo del 2014, nada más y nada menos que casi dos años después de tomada la decisión. Lo cómico es que luego quieren nuestros gobernantes que les tomen en serio los mercados.

Para llegar a un final feliz para Merkel, como casi siempre se han agotado los plazos hasta la extenuación de los asistentes. Improvisación y una reunión de más de 14 horas han sido necesarias para que los ministros de Finanzas de laUnión Europea hayan logrado por fin cumplir con el mandato que les dieron los líderes europeos en la última cumbre y dejar cerrado el marco legislativo sobre el que se construirá el supervisor bancario único. De esta forma en la reunión del Consejo Europeo de invierno los jefes de Estado y de Gobierno de la UE podrá presumir de haber logrado el primero de los objetivos impuestos para avanzar hacia una verdadera integración europea. El acuerdo sobre el nuevo Supervisor Bancario Europeo sienta las bases legales para poner en marcha esta nueva institución, cuyas tareas de control bancario recaerán sobre el Banco Central Europeo (BCE), y que supone el primer pilar de la Unión Bancaria. Sin embargo, los ciudadanos europeos deberemos esperar a marzo de 2014 para que el supervisor entre en funcionamiento, un condicional que causa grave perjuicio a los países más acosados por la prima de riesgo de los mercados de deuda, sobre todo, a España e Italia, pero que de refilón podría extender su presión también aFrancia.

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El acuerdo supone una clara victoria de Alemania frente a las tesis defendidas por otros países de la eurozona -España y Francia, por ejemplo- desde que se iniciaron las discusiones. Finalmente el BCE sólo tendrá capacidad de actuación directa sobre los bancos cuyo tamaño sea superior a los 30.000 millones de euros en activos. El ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, había impuesto esta condición para dar su visto bueno definitivo a los documentos legislativos que regulan este nuevo organismo. De este modo las pequeñas entidades financieras germanas, muchas de ellas de carácter público, se escaparán del ámbito de supervisión del BCE y seguirán siendo controladas por las autoridades nacionales. En la práctica supondrá que el Eurobanco tendrá competencia de supervisión directa sobre alrededor de 200 de los 6.000 bancos que hay en la Eurozona. Eso sí, el acuerdo especifica que podrá intervenir directamente cualquier entidad en caso de que se detecten problemas en su funcionamiento y suponga una amenaza para el sistema financiero europeo. El ámbito de actuación del supervisor europeo será todos los países que componen la eurozona más el resto de estados de la UE que libremente quieran adherirse a la Unión Bancaria. El Ejecutivo comunitario espera que todos los países de fuera del euro se sumen al mecanismo de supervisión única, excepto Reino UnidoSuecia yRepública Checa.

Las competencias de control que adquiere el BCE le permitirán conceder y retirar fichas bancarias, investigar instituciones, imponer sanciones a las entidades que no cumplan con los estándares fijados e intervenir directamente su gestión e iniciar el proceso de liquidación si fuera necesario. Los supervisores nacionales continuarán su tarea de control ‘in situ’ de los bancos y tendrán competencias directas sobre las entidades más pequeñas. Otro de los puntos conflictivos de las negociaciones era cómo garantizar que los países que no forman parte del euro tenían una representación equitativa en el órgano de dirección, ya que los Tratados europeos estipulan que en última instancia sólo pueden tomar decisiones los órganos ejecutivos ya establecidos y en los que sólo participan los países de la eurozona. El compromiso alcanzado estipula que tanto en estas decisiones como en las que atañen a la Autoridad Bancaria Europea (EBA) se fijarán sistemas de votación que tengan en cuenta de forma equilibrada a los países del euro y los que no comparten la moneda común. Este acuerdo supone una de las mayores transferencias de competencias nacionales al nivel comunitario de los últimos años y sienta las bases para que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede), el fondo de rescate europeo, pueda recapitalizar directamente a las entidades financieras sin necesidad de que el dinero pase primero por el estado miembro, como ha sido el caso de España.

Resumida la crónica de una nueva imposición alemana a la Unión, queda por esclarecer algunas de las consecuencias básicas del acuerdo para los demás. En el caso de España, entre 15 y 16 bancos españoles, que representan más del 90% del sistema financiero nacional, quedarán bajo control directo del Banco Central Europeo (BCE) como supervisor único de la eurozona. El Banco de España ya puede descansar en paz porque sus funciones quedan muertas y enterradas. Lo peor de la historia es que el sistema de cajas de ahorro en España ha sido brutalmente demolido en medio de la crisis financiera, sin que ninguno de los gobierno responsables de la catástrofe, primero el socialista y luego popular hayan sido capaces de salvar entidades de fuerte implantación local y muy necesarias para el desarrollo económico territorial. Los ciudadanos hemos perdido competencia en el sector y las pequeñas y medianas empresas acceso a crédito implicado en la zona y de cercanía. Todo casualmente confluye ahora con la aparición del nuevo organismo que prácticamente controlará la totalidad de la banca española. La segunda nefasta consecuencia, al menos para los que somos firmes creyentes de las herramientas europeas monetarias y fiscales armonizadas, es el abandono que parece definitivo de los eurobonos. A quien sigue imperando la máxima merkeliana de que cada uno se busque la vida mientras a ella le siga beneficiando el diferencial con el bono alemán. Y finalmente, el plazo que Alemania ha impuesto para la entrada en vigor de la Unidad Bancaria le permite sanear su maltrecha banca, endeudada en dudosos riesgos en los países más afectados por rescates, sobre todo, Grecia y dificulta a países como España e Italia la restructuración del sector financiero y la posibilidad de que el crédito vuelva a fluir.

Lo que no podemos es negar que la nave va, como diría Fellini, la Unión sigue dando pasos irreversibles de cesión de soberanía o de instituciones compartidas. Cada vez más y con la crisis a más ritmo, somos más Europa y eso a los ojos del mundo resulta innegable. Pero la cuestión es la forma en que se está produciendo ese proceso y el dibujo que va perfilándose. El famoso dilema entre una Alemania a la europea o una Europa a la alemana cada vez deja menos lugar a dudas. Ese ejercicio de soberbia e imposición está dejando huellas en los países más perjudicados por la crisis y los recortes sociales. Un surco de antigermanismo que rompe en dos la UE haciendo saltar de nuevo las filias y las fobias en torno a Berlín. Hemos pasado del acervo comunitario donde se fraguaban las decisiones de comisión en comisión y en una salsa condimentadas entre todos a la decisión ponderada donde a la larga el más poderoso impone unilateralmente sus criterios. Por otro lado, la Alemania de Merkel está monopolizando las propuestas de salida a la crisis bajo la tesis incontrastable porque no permite margen a otros experimentos de que es la única política posible. Lo grave es que mientras Europa recorriendo esta senda de austeridad camina firme hacia la recesión, al otro lado del Atlántico la administración Obamay la Reserva Federal sigue lanzando programas de reactivación con dinero barato –  para mantener los tipos a cero, la Reserva Federal imprimirá el equivalente a 65.000 millones de euros al mes para comprar bonos del Tesoro e hipotecas – con el objetivo de bajar la tasa de paro de 6,5%. Europa avanza, pues, pero lo que no sabemos si es por el camino equivocado.

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¿Rescate, intervención, préstamo?… no, secuestro

Podemos estar discutiendo nominalmente hasta la saciedad cómo se llama lo que nos ha sucedido este fin de semana, pero la realidad pura y dura es que rescate, intervención o préstamo, España requiere un máximo de 100.000 millones de euros de ayuda europea, con supervisión compartida con el FMI para sanear la deuda privada residenciada en las entidades financieras españolas. Estrena España método en todos los sentidos, pues, solicita “lo que sea” en medio de un cambio de mecanismos instrumentados al efecto por la Unión Europea. Hasta ahora los rescates europeos se realizaban a través del fondo llamado de Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF) de rescate temporal, cuya vigencia se extiende hasta mediados de 2013. El nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), el fondo de rescate permanente fijado a través de un Tratado por los países miembros del euro, debería entrar en vigor del MEDE  el 1 de julio, aunque es probable que se retrase al 9 de julio ya que de momento solo ha sido ratificado por cuatro Estados. El dinero de estos fondos proviene de aportaciones de los países y del endeudamiento de los mismos gracias a los avales. Si sumamos las cantidades de rescate que la UE ha realizado a Estados del euro en estos últimos tres años –Grecia, 240.000, Irlanda 85.000, Portugal 80.000 y ahora España 100.ooo – suman la escalofriante suma de 505.000 millones de euros, traducido medio billón de euros. Un efecto dominó de dedicatoria de fondos públicos para satisfacer intereses de mercados entregados a la especulación.

Es evidente que los mecanismos de la Unión no han sido capaces de establecer cortafuegos en la eurozona, los problemas de unos se han ido transmitiendo a otros aunque fueran de naturaleza y cuantía diversa. Compartimos moneda de la misma manera que compartimos riesgos, alguien debería aprender de una maldita vez una lección que está costando demasiados sacrificios a los ciudadanos europeos. Vamos de seis meses en seis meses demostrando al mundo nuestra firme determinación de derrochar dinero para tapar vergüenzas transfronterizas, de la misma forma que acto seguido los mercados castigan al siguiente Estado en la lista cada vez más engrosada de los “malditos”. Y, por supuesto, que hay razones para los ataques especulativos, pues, pusimos en marcha una unión monetaria pensada para tiempos de bonanza como si la crisis no existiera y con demasiadas divergencias presupuestarias y fiscales entre los miembros del euro. Ahora, bajo el estricto mando de la canciller Angela Merkel, los ajustes y recortes sociales avocan a los Estados intervenidos a ciclos de recesión y, por tanto, de empobrecimiento relativo de sus clases medias. Nos pongamos como nos pongamos, el contagio de este círculo vicioso es ya una realidad que afecta al corazón mismo de la moneda única y de todo el entramado comunitario. En la teoría de prestar con condiciones leoninas, Alemania se puede quedar sola en una Europa asolada por el desempleo, el consumo hundido y los derechos sociales desmantelados.

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En todo caso, si nos ceñimos a las consecuencias que puede traer en España esta novedosa fórmula de préstamo cabe realizarse una serie de preguntas a las que por intención o desconocimiento el gobierno Rajoy no ha aportado respuestas:

1.- ¿Por qué se ha realizado la petición antes de concluir las evaluaciones que realizan las consultoras contratadas por el BCE y por el gobierno español y qué les hace cifrar en 100.000 millones de euros lo que según el FMI como máximo afectaría a entidades financieras españolas por valor de 46.000 millones de euros? Si las prisas tienen que ver con las elecciones griegas del próximo domingo 17, ha habido tiempo para realizar estos trabajos, luego alguien ha pecado de dejadez ante un tema crítico.

2.- ¿A qué se van a destinar las ayudas a la banca? El problema de insolvencia lo ha provocado el cambio de legislación llevado a cabo por el ministro De Guindos al obligar a provisionar hasta el 80% aquellos activos inmobiliarios de bancos y cajas que no se destinen de inmediato a promoción. Esta mera modificación contable ha supuesto la quiebra de entidades como Bankia de la noche a la mañana, pues, lo que un día podía valer 100 puede valer 20 sin contar con las suficientes provisiones de capital para hacer frente a estas pérdidas en balance. Si como podemos temernos, ahora esos 100.000 millones de euros se destinan a provisiones inmovilizadas, el crédito seguirá congelado y habremos dedicado un ingente cantidad de dinero exactamente a lo contrario que precisa nuestras economía.

3.- ¿Qué vamos a hacer con el 10% de incremento de déficit público que suponen las ayudas? Por más que el gobierno trate de explicar que el préstamo no cotiza como desequilibrio presupuestario y, por tanto, requiere mayores emisiones de deuda, es obvio que el mecanismo de su cesión a través del FROB y con el aval del Estado, no deja lugar a dudas sobre la naturaleza de dinero que recibiremos. Y siendo eso así, falta por conocer el margen de negociación que le queda a España para incumplir el pacto fiscal que hemos rubricado en la Unión Europea y que nos obliga este año a alcanzar el 5,3% de déficit público y en 2013 el 3%.

4.- ¿Qué medidas adicionales de ajuste se van a instrumentar para reducir los nuevos desequilibrios presupuestarios provocados por el préstamo a la banca? Sea por la vía de incremento de impuestos, con el IVA como abanderado principal pero no único o sea mediante reducción de salarios públicos, aumento de la edad de jubilación y menores niveles de prestación de servicios sociales, parece que nadie nos salva de pagar los intereses de la deuda y de la propia ayuda, mediante nuevos sacrificios de los ciudadanos.

5.- ¿Qué garantía tenemos que esta medida de enorme impacto y brutal cuantía va a “calmar” las ansias especulativas de los mercados? Alguien tendrá que explicarnos qué ganamos con destinar fondos a la banca para depositarlos inertes sobre suelos baldíos y no emplearlos para regenerar el tejido de la economía productiva.

Son demasiadas preguntas gruesas, de fondo, como para admitir que de la noche a la mañana hemos resuelto nuestros problemas y la mirada perversa de los especuladores va a apartarse de nosotros en busca de nuevas víctimas más propicias. Si la solución de la crisis de la eurozona fuera tan simple ya la habríamos resuelto hace años. Somos vulnerables porque no hemos sido capaces de demostrar a los mercados nuestra capacidad para poner en marcha herramientas de gobernanza económicas y, sobre todo, políticas a la altura de las necesidades de nuestra moneda, de nuestra unión y de un mundo globalizado, acelerado y con gigantes emergentes pidiendo su oportunidad en la toma de decisiones universal. Pero me sigue quedando la pregunta del millón, que no de los 100.000 millones, les saldría mucho más barata contestarme que solicitar la ayuda: ¿qué pasaría si permitimos de forma natural que alguna de las entidades financieras aquejadas del mal inmobiliario llegara a quebrar? Dado que cuando se inició la crisis internacional con la caída de Leheman Brothers por ley se elevó la cuantía del Fondo de Garantía de Depósitos a 100.000 euros por depositario y que además se garantizan las cantidades en cuentas corrientes, ¿por qué tenemos socializar los riesgos de quiénes invirtieron en activos de dudoso valor? Supongo que mi pregunta es tan inocente que no tiene respuesta en un mundo bancario repleto de malas praxis que llevan a un director de sucursal a vender acciones preferentes de su banco a analfabetos que firmaban los documentos de compraventa con su huella dactilar. Si a esas actitudes no solo no les aplicamos la exigencia de responsabilidades judiciales y les tapamos las vergüenzas con miles de millones de euros, solo me queda volver a preguntar, ¿por qué lo llamamos amor cuando queremos decir sexo?

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