Los españoles preocupados por la corrupción son cada vez más incívicos

La crisis no es gratuita ni siquiera a la hora de medir los comportamientos éticos de los ciudadanos. El largo y tortuoso camino a que está obligando a transitar la difícil situación económica que atraviesan personas y familias, está provocando cambios de comportamiento poco edificantes. La última encuesta del CIS – Centro de Investigaciones Sociológicas – refleja un conjunto de miserias humanas a las que parecen entregados los españoles, sean en el ámbito público o privado. Lo más llamativo del estudio consiste en la doble moral que parece imperar en la sociedad española. Cada vez se muestran más críticos con la corrupción que afecta a la clase política, pero por su parte, se incrementa el número de personas que justifican actuaciones incorrectas en su quehacer diario y más doméstico.

Parece haber consenso en que el clima social ha empeorado en este sentido. Más del 60 por ciento de los españoles cree que los comportamientos incívicos e ilegales han aumentado en los últimos cinco años, coincidiendo con el inicio de la crisis. Muy significativos son los datos sobre la percepción de la solidaridad. Así, mientras solo un 3,1% de los jóvenes entre 18 y 24 años consideran que la mayoría de las personas solo miran por sí mismas, el porcentaje aumenta hasta el 7,1% en el grupo de 25 a 34 años y alcanza el máximo (7,2%) entre los mayores de 65 años.

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Veamos, sin embargo, cuáles son las actitudes que los españoles consideran reprochables y que están muy sensibilizados. Así, el 94,4% considera intolerable conducir bebiendo alcohol, fingir una enfermedad para conseguir una baja temporal en el trabajo (92,3%), arrojar y tirar basura en lugares públicos (92%), conducir habiendo agotado los puntos del carné de conducir (90,3%) y estropear el mobiliario urbano o hacer pintadas en las paredes (90,1%). En cuanto a los comportamientos incívicos más extendidos, los españoles señalan el hecho de que los dueños no recojan los excrementos de los perros (81,8%), arrojar basura y papeles en lugares públicos (75,6%), exceder el límite de velocidad en la carretera (76,7%) o acordar con un comerciante o profesional que no les cobre el IVA para pagar menos por un producto o servicio (67,4%).

La mayoría de los encuestados nunca ha estropeado el mobiliario urbano (95,1%). Además, el 90,2% nunca se iría voluntariamente sin pagar de un bar o restaurante y nueve de cada diez (89,9%) no ha dejado de declarar a Hacienda parte o todos sus ingresos. Y aunque la mayoría (71%) también desaprueba colarse en el transporte público (metro, tren, autobús…) hasta un 40% de los más jóvenes, entre 18 y 24 años, creen que se puede tolerar de alguna manera, porcentaje que disminuye conforme aumenta la edad del encuestado hasta representar un 13% entre los mayores de 65 años. El acto más injustificable para los españoles (el 94,4% cree que no se debe tolerar) es conducir tras beber alcohol mientras que únicamente el 63,3% califica de intolerable acordar con un profesional que no les cobre el IVA para pagar menos por un producto o servicio.

Ha aumentado la preocupación de los españoles por la corrupción, el fraude y los políticos, mientras remite ligeramente la inquietud por las cifras del paro. La encuesta también refleja un repunte de la preocupación por los recortes. Pero hay otras preguntas que son menos habituales. Por ejemplo, la mayoría de los españoles piensa que no se puede confiar demasiado en la la gente y que nunca se es bastante prudente en el trato con los demás. La desconfianza social se está convirtiendo en uno de los efectos colaterales y males endémicos que está provocando la crisis. Eso y una cierta comprensión o permisividad mayor con el fraude fiscal como una forma de buscarse la vida. “Echarse al monte” se ha convertido en la forma que han encontrado los españoles para capear el temporal de la crisis, algo que está transformando el paisaje social en una especie de selva de intereses particulares difícilmente conciliable con una convivencia solidaria.

Y pese a la crisis, la mayor parte de los españoles dice sentirse feliz e incluso muy feliz con su vida. Lo que representa una especie de hedonismo idiota, basado en el ripio de Góngora “ande yo caliente, ríase la gente”. Lo más importante para ser feliz en la vida para los españoles es tener buena salud y lo que menos tener creencias religiosas. Entre el 0 y el 10, los españoles se ponen de media un 7,24 en felicidad y un 6,98 en la satisfacción con su vida. Asombroso: más de la mitad valora con un notable o sobresaliente su estado de felicidad. Lo dicho habrá que hacérselo mirar, porque la inconsciencia ante el dolor ajeno solo puede producir una sociedad más egoísta y cuyos valores se deterioran a toda velocidad.

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