Obama quiere ser el presidente USA más europeo

El reciente anuncio del inicio de negociaciones entre la Unión Europea y los EE.UU.para alcanzar un acuerdo comercial birregional constituye probablemente la noticia económica más importante desde el inicio de la crisis desencadenada con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008. Y no me cabe ninguna duda que esta voluntad de las dos principales potencias comerciales mundiales tiene todo que ver con la vulnerabilidad que sus economías vienen mostrando en este lustro de dificultades. Una oportunidad para el encuentro que probablemente no se habría producido de no contar la Casa Blanca con un inquilino decididamente europeísta y en su segundo mandato con la responsabilidad de pasar a la historia. De la misma forma que no sería imaginable un acercamiento franco por parte de la UE de no ser por la ola de recesión que recorre sus Estados miembros. Los dos colosos asediados por sus problemas interiores y conscientes de la insoportable presión de competitividad que ejercen en un mercado globalizado las grandes potencias emergentes, han decidido montar su particular “OTAN económica”.

El presidente Obama utilizó el enorme poder simbólico del discurso ante senadores y congresistas del Estado de la Unión para anunciar la puesta en marcha de negociaciones para una Asociación Trasaltlántica UE – EE.UU. con el no poco ambicioso propósito de proporcionar un impulso a las dos principales economías del mundo. Y fue más allá al reconocer con total humildad que “el comercio libre y justo a través del Atlántico puede suponer la creación de millones de empleos bien remunerados para los estadounidenses”. Atrás han quedado, pues, los tiempos en que las todopoderosas escuelas de negocios norteamericanas lanzaban duras diatribas contra el “bunker europeo” y dudaban de la viabilidad de la UE o de su moneda el euro. Las palabras de Obama formaban parte de un discurso que bien podrían haber pronunciado cualquiera de nuestros dirigentes europeos en defensa de nuestro modelo de Estado del bienestar. Alto contenido social en materia de educación y sanidad y fuertes dosis de protección social componen un lenguaje político que acerca más aun el planteamiento de marco de convivencia entre las dos orillas.

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La importancia del acuerdo de alcanzarse, se visualiza a través de las cifras. Juntos la UE y los EE.UU. representan cerca de la mitad del PIB mundial (47%) y alrededor de un tercio de los intercambios comerciales mundiales. La economía de la UE supone 12,6 billones de euros, mientras que la de EE.UU. 11,5 frente a los 5 billones de China o los 2,3 de Japón. Cada día se comercian entre las dos regiones productos y servicios por valor de 2.000 millones de euros en un espacio hoy en día repleto de limitaciones normativas y barreras arancelarias. ¿Alguien se atreve a aventurar una cifra futura con un acuerdo sólido de libre comercio entre ambos? No cabe duda que el comercio ha sido la herramienta histórica que más ha hecho en la humanidad por la libre circulación de las ideas y que más ha contribuido al conocimiento mutuo entre las personas. Facilitar al máximo las transacciones entre Europa y Estados Unidos va a suponer,  sin duda, un nuevo tipo de relación y de colaboración entre las dos sociedades más desarrolladas del mundo.

Las negociaciones se centrarán en el acceso a los mercados, la reglamentación y las barreras arancelarias y normativas, pero tendrán una enorme importancia los acuerdos que se establezcan en materia de propiedad intelectual y de seguridad alimentaria o de protección mediambiental. Ni que decir tiene que en temas de tan enorme calado como los apuntados, hoy en día existen notables diferencias de planteamientos políticos y legislativos en los dos espacios. Pero probablemente en recorrer el camino más progresista en ellos está la base del éxito del acuerdo. No se trata de rebajar garantías para el ciudadano con el fin de comerciar más. Debemos aspirar a hacerlo mejor, a ser más europeos en aquello que Europa hace mejor y más estadounidenses en lo que ellos nos mejoran. Lograr la confianza del consumidor a largo plazo en esta relación será el elemento más gratificante para todos.

Una negociación de tan enorme calado no estará exenta de proporcionales dificultades y más aún si pensamos en las consecuencias que para las grandes potencias emergentes puede tener. Este aspecto externo del acuerdo debe ser tenido en cuenta desde el principio con un planteamiento abierto y globalizado del comercio mundial. Sería tan absurdo como ilegítimo que el mayor bloque comercial del mundo actuase a la defensiva como una especia de blindaje ante los supuestos ataques de los tigres asiáticos o latinoamericanos. El acuerdo debe servir para poner las bases de un mercado mundial de comercio más libre, pero sobre todo, más equitativo. Europa y Estados Unidos deben fijar reglas claras de comercio que fomenten el desarrollo de los más necesitados, de la misma forma que deben controlar que ese progreso se fundamente en la competitividad de empresas que produzcan respetando la propiedad intelectual y con normas laborales dignas. Blindarnos del plagio, el trabajo infrahumano o el que atenta contra la sostenibilidad medioambiental del planeta, no solo es un derecho de europeos y estadounidenses, sino una obligación con el resto de la humanidad. Encerrarnos en un club de ricos para tratar de recobrar posiciones neocolonialistas sería repetir delitos de conquista de otros siglos.

Es cierto que la UE y los EE.UU. llegamos urgidos y necesitados a la mesa de negociación. Tal vez por eso el acuerdo desde bases muy realistas sea más posible que nunca. La verdad es que abrirnos al Atlántico una vez más puede ser la mejor fórmula para Europa de abandonar sus fantasmas interiores, los disensos más profundos en el diseño de construcción de la UE. Sin ir más lejos el acuerdo Transatlántico deja en una posición realmente incómoda al Reino Unido tras el anuncio de su premier David Cameron de realizar un referéndum sobre la permanencia o salida de la Unión de los británicos en 2017. Tal vez para entonces ese debate sea estéril y se zanje definitivamente la esquizofrenia británica entre una región y otra. De cualquier forma, los espacios de democracia y respeto de los derechos humanos más grandes del mundo se van a sentar a hablar para colaborar más y mejor. Una noticia que no puede ser sino bienvenida, pero que debe seguirse con luz y taquígrafo dada su trascendencia para no traicionar a la postre las bondades intrínsecas que el acuerdo debe tener.

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Lo que perdimos en 2012

Concluye el cuarto año oficial de la crisis económica que salió a la luz de los medios de comunicación con la caída de Lehman Brothers el 14 de septiembre de 2008. Entonces nos resultaba difícil entender que estaba pasando, todo parecía quedar en un juego de gigantes de Wall Street envuelto por la avaricia incontenible de los brokers financieros. Pocos se atrevieron a pensar que detrás de aquellos titulares a cinco columnas en los periódicos salmón se escondía un crack auténtico del sistema capitalista en su moderna versión neoliberal. La globalización y la presión de los Estados emergentes – ChinaBrasilIndia,Turquía… en conjunto cerca del 40% de la población mundial – en su proceso de crecimiento estaban detrás de una crisis que empezó siendo financiera y ahora es claramente sistémica. Son ya cuatro años de caída de todas las tasas macroeconómicas en el mundo desarrollado o por ser más claro, del mundo rico. Un mundo que se para a toda velocidad, que ha encontrado la inercia perfecta para autodestruirse a los ojos atónitos del resto de la civilización pobre. Tanto asustamos los ricos en nuestra autoproclamada recesión que los pobres tratan desesperadamente de evitar nuestro parón para no ser presa de de nuestra inactividad. Pero la única realidad palpable que han dejado estos cuatro años, largos y precipitados, es la desigualdad creciente entre pobres y ricos en todo el planeta, incluso y de manera especial en los países más ricos. La miseria se está globalizando y cada vez resulta más difícil hablar de ricos y pobres en función de la latitud de la Tierra en la que estemos.

El 2012 será recordado por todos como el gran año de los ajustes, el de los recortes generalizados de los Estados del Bienestar que Europa consagró como mejor sistema para no caer en tentaciones fascistas o comunistas, para darle sentido a la libertad y a la democracia en un espacio de social y de derecho. Nunca antes se había puesto tanto en duda la arquitectura de ese diseño político como en estos últimos doce meses. Bajo el dictado uniformador de la Alemaniade Ángela Merkel, las instituciones europeas han impuesto medidas de enorme sacrificio para las clases medias de los países más afectados por la crisis. El sustrato básico que soporta el crecimiento armónico de las sociedades europeas se ha visto brutalmente afectado. Y todo ello con el único afán de saciar a unos mercados empeñados en poner en riesgo la supervivencia del euro y que pusieron todas sus armas de destrucción masiva en el escenario de la deuda soberana de los Estados con mayores desajustes de sus cuentas públicas. En vez de acudir unánimemente a la defensa de un sistema, en vez de articular políticas verdaderamente europeas salvaguarda de la Europa social, ha imperado el reino de sálvese quien pueda y que palo que aguante su vela. Se aprobaban medidas de unión fiscal y bancaria en Bruselas por los líderes de los 27, pero la detrás de ellas subyacían severos programas de recortes que complican sobremanera la convivencia en los Estados de la UE en dificultades.

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La Europa de los pueblos, de sus ciudadanos, de los derechos en definitiva se construyó sobre dos pilares de protección: la educación y la sanidad. Haciéndolos universales y gratuitos, todos reconocimos el derecho a la igualdad de oportunidades y el amparo ante situaciones de necesidad independientemente de la renta per cápita. La presión demográfica de una Europa envejecida nos llevó a añadir paulatinamente el pilar de la asistencia social. Esa conquista legal que supuso en el caso de España la promulgación de la ley de Dependencia no era sino el reconocimiento de una realidad. Sin embargo, la crisis se ha encargado de desmantelar lo que aún ni siquiera había llegado a construirse. Pero nos guste o no, la presencia de una población mayor afectada por enfermedades de senilidad y el reconocimiento de los derechos de los discapacitados y el cuidado de enfermos crónicos no desaparece por la crisis, sino que se acentúa la necesidad de atenderlos. Si la educación, la sanidad y la asistencia social están viendo en serio peligro de sustentarse los pilares de recursos económicos y humanos que los han venido sustentando, no es menos arriesgado el cercenar las esperanzas de futuro al recortar los presupuestos destinados para la investigación. La ciencia y el conocimiento son la mejor inversión para garantizar esa Europa social que es la verdadera protagonista del Nobel de la Paz que acaba de recibir la Unión Europea. Europa se diferencia de Estados Unidos en el modelo social de protección y, sobre todo, en el enfoque de su inversión en investigación. Mientras que la Administración norteamericana se ha caracterizado por priorizar sus inversiones en la industria militar, Europa lo ha hecho en áreas de innovación y mejora de la calidad de vida de las personas. De ahí que el frenazo a este tipo de proyectos suponga una auténtico drama para toda la humanidad.

Ahora que el año concluye, el presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy, nos alegra el turrón manifestando solemnemente que “que 2012 es el año que ha marcado el punto de inflexión para la superación de la crisis del euro y que los esfuerzos realizados en estos meses darán sus frutos. Los gurús de las macroeconomía nos empiezan a hablar de una ligera recuperación a finales del próximo año y los gobiernos se apresuran a atisbar los primeros brotes verdes de sus respectivas economías. Están empezando a concluir su programa de ajustes, a anunciar el final del quinquenio negro y a alumbrar la llegada del señor crecimiento para el 2014. Un años más de sacrificios y estaremos al otro lado del río pasada la tempestad. Curiosa manera de cegar nuestra consciencia, como si no supiéramos que lo importante no es ya que se recuperen las tasas de crecimiento, sino el estado en que habrá quedado la sociedad y su entramado de derechos para entonces. Pretenderán hacernos creer que han acertado con sus medidas plagadas de recortes de derechos porque han sacralizado los cuadros macroeconómicos y tratarán hacernos olvidar los verdaderos índices de progreso de una sociedad, los que afectan a cada persona, a cada familia, en su auténtica circunstancia y no los que estadísticamente equiparan a millones de seres anónimos. Es seguro que en el plazo incierto de uno o dos años, las cifras oficiales lanzadas por las autoridades serán más positivas que las actuales, pero lo que es aún más evidente es que para entonces los niveles de desigualdad se habrán disparado y que los mecanismos que corregían las injusticias sociales se habrán desmantelado.

Es por ello que es ahora que empiezan a hacernos creer que todo va a ir mejor, cuando debemos cuestionarles a qué coste se va a producir esa recuperación y si nos vale la pena aceptarla. Un año más de reformas puede suponer un cambio de modelo definitivo – probablemente el objetivo alcanzado, si no buscado por los poderes del mercado – y la implantación de una suerte de Estado neoliberal europeo al estilo de Estados Unidos. Europa sigue suponiendo la última barrera real para la instauración de un nuevo orden internacional económico en el que primen los intereses economicistas, las rentabilidades a corto y el individualismo más egoísta. Molesta el euro porque detrás de nuestra moneda está el Estado del Bienestar, ese ejemplo de vida en común que bien defendido y promovido anhelan muchos pueblos de la humanidad. Algo que va directamente contra los intereses dictatoriales de los grandes entramados económicos que provocaron el inicio de esta absurda crisis. No sé si estamos aún a tiempo de frenar el deterioro de nuestro sistema social, ni si seremos capaces de recuperar muchos de los derechos asolados en estos cuatro años, pero lo único que se me ocurre hacer es compartir la necesidad de consciencia en estos momentos de tsunami que está viviendo la calle.

Corremos un serio riesgo de enfrentamiento social, el que se produce cuando la miseria se instala y cada cual ya solo mira por garantizar el pan propio y el de los suyos. Las redes de solidaridad se han puesto en entredicho y además no tienen recursos para ayudar a la legión de necesitados que se agolpa en las esquinas. Millones de niños por debajo del umbral de la pobreza, decenas de millones de jóvenes sin empleo y de mayores sin pensiones para subsistir,  componen un paisaje de miserables que el gran Victor Hugo ya dibujó en el universo urbano europeo. En 2012 hemos perdido muchas cosas, sobre todo, la ilusión y la esperanza, nos hemos instalado en la resignación de la crisis, en la aceptación del desastre y con el paso del tiempo, la protesta cada día se ha hecho menos colectiva y más individual. Cada vez protestamos menos contra los que nos imponen la injusticia y más por lo que el de al lado tiene. La bronca se está haciendo más tribal y la sociedad cada vez más insensible al dolor del vecino. Por eso se hace imprescindible recuperar la conciencia social, la memoria histórica de lo que fuimos capaces de construir juntos y lo que estamos perdiendo por incapacidad de organizarnos mejor contra quienes enfundados en intereses particulares nos venden pseudoverdades dogmáticas. Se impone la obligación colectiva de trabajar por un nuevo contrato social, que si precisa de reajustes en nuestra forma de vida y de consumo de recursos, sea alcanzado mediante el diálogo y la negociación entre desiguales, no desde la imposición de los fuertes a los débiles. Y en este empeño necesitamos lo primero reiniciarnos, resetear todos nuestros prejuicios y, después, precisamos recuperar el valor de las ideas y del pensamiento, el único verdadero motor capaz de cambiar el mundo.

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La identidad del ladrillo: compre una casa para ser español

La ocurrencia la define el diccionario de la lengua española como la idea inesperada, pensamiento original o el dicho o hecho gracioso e ingenioso de una persona. Expresado así no parece semánticamente contener maldad alguna el término, pero lo cierto es que las más de las veces el ocurrente no tiene la más mínima gracia y el problema es que por tener una oportunidad ante los focos mediáticos, son muchos los protagonistas políticos que se lanzan a provocar titulares agarrados férreamente a la feliz ocurrencia. Y como en todo, aquello que si cae mal a la audiencia dan en llamar “globo sonda”, tiene su graduación y es más o menos perdonable según la trascendencia del hecho que aborda la ocurrencia de turno. Esta vez ha tocado sobre un tema fundamental, que afecta a los derechos básicos de la persona, su identidad o en términos más prosaicos, su nacionalidad. Ha sido el Secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, el encargado de largar la propuesta “original”, como suele ser tradicional en un desayuno informativo de esos que a base de croissant y horario temprano, nadie pregunta y todos escuchan boquiabiertos con la legaña puesta. En un intento por dar salida al ingente stock de viviendas hechas y por hacer sin comprador que asola la economía española, este audaz e intrépido libre pensador propone al mundo mundial que por la compra de un piso se le conceda la nacionalidad, eso sí siempre que se rasque el bolsillo al menos con 160.000 euros.
En una palabra, lo que está estudiando el gobierno Rajoy es la compra de derechos, una especie de subasta de pisos con DNI en primera línea de costa. Eso sí para que no parezca raro esto de vender la dignidad, se nos pone como edificantes ejemplos de nuestro entorno, los casos de Irlanda y Portugal, rescatados ambos y que también han compartido la miseria humana de considerar patriota a cualquier  ciudadano que ponga sus dineros en su suelo o arcas. La oferta de adquisición de nacionalidad a cambio de ladrillo va dirigida según palabras del propio ocurrente a ciudadanos chinos y rusos deseosos de adquirir en propiedad una vivienda en las cálidad costas españolas, pero que sin permiso de residencia y por qué no ya nacionalidad en toda regla, se ven privados de disfrutar debidamente de su inversión realizada. Pobres, pobres no parecen los destinatarios de la ocurrencia, porque los millones de pobres en China y en Rusiabastante tienen con pensar en sobrevivir a la hambruna y la miseria como para pensar en el pisito en Benidorm. Parece evidente, salvo para el peor ciego que es el que no quiere ver, que la oferta tiene a sus demandantes en fondos de inversión de dudosa procedencia en países cuando menos cuestionados por su escaso respeto a los derechos humanos. Al menos el presidente español podría haber tenido la deferencia de ofrecerle la ganga inmobiliaria a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, presente en la rueda de prensa de Moncloa donde Rajoy ratificó estar estudiando la ocurrencia.

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El Partido Popular que tiene entre sus credos la defensa a ultranza de la unidad nacional de la España indivisible, nos propone convertir la península en una peculiar “Tierra de patriotas”, una suerte de reinvención identitaria más basada en la creencia y el compromiso con la ferralla y el encofrado, que en valores democráticos y cívicos. Una especie de libre versión moderna de la conquista del Oeste y de los pioneros de Estados Unidos o el nacimiento de la nación australiana y neocelandesa a manos de delincuentes deportados de las islas británicas. Como las mejores películas de vaqueros o de la mafia siciliana reinando en Chicago. Claro que tampoco es novedad esta faceta del PP de renovar su credo nacional, pues, ellos de la mano del ex presidente Aznar extinguieron el servicio militar obligatorio y apostaron por un Ejército profesional de inmigrantes mercenarios de bajo coste. Está claro que para algunos el inmigrante, antes que una persona con sus derechos, es un recurso que según su renta per cápita puede alcanzar la nacionalidad en un día o se le niega la asistencia sanitaria más básica. Dígame cuanto dinero tiene en su cuenta corriente y le diré cuántos derechos tiene.
Lo que repele aún más de la medida es que la Unión Europea, ese espacio ejemplar que debería ser de respeto de los derechos de las personas, esté mirando a otro lado cuando legislaciones de sus Estados miembros conceden privilegios a golpe de talonario. Cuando el derecho de asilo se está denegando en algunos países europeos a personas de huyen de tragedias de todo tipo, bien sean bélicas o por hambruna, alguien en Bruselas tendría que alzar la voz de la dignidad contra políticas que tras la búsqueda de inversiones, lo que hacen es especular con la miseria humana y nos cuelan de rondón el concepto como destino solo para ricos. Cabe destacar que ciudadano europeo es toda persona que ostente la nacionalidad de un Estado miembro de la Unión Europea. La ciudadanía de la Unión fue creada por el Tratado de Maastricht en 1992 y los ciudadanos de la Unión son titulares de los derechos y sujetos de los deberes previstos en el Tratado. La importancia de la ciudadanía de la Unión radica en el hecho de que sus ciudadanos gozan de derechos auténticos al amparo del Derecho Comunitario Europeo. Los derechos principales que confiere la ciudadanía con arreglo a la Parte 2 del Tratado CE son los siguientes: Derecho a circular y residir libremente en el territorio de los Estados miembros; Derecho de sufragio activo y pasivo en las elecciones al Parlamento Europeo y municipales del Estado miembro en el que resida; Derecho a la protección de las autoridades diplomáticas y consulares; Derecho de petición ante el Parlamento Europeo; y Derecho a dirigirse al Defensor del Pueblo.
Si en la política actual preocupa la falta de ideas, más debería preocupar la industria de la ocurrencia, en este caso fruto de la “Factoría FAES“, la Fundación vinculada al PP cuyo máximo impulsor fue José María Aznar, tratando de remedar el modelo alemán de la Konrad Adenauer. De sus filas han salido buena parte de los actuales dirigentes de nivel medio del Gobierno Rajoy, expertos en fabricar conceptos ocurrentes que la mayoría de las veces al trasladarse a la realidad suelen quedar en meras cortinas de humo o falsos debates. La necesidad de aportar ideas a los problemas que la sociedad debe afrontar debería ser tomado con más rigor por aquellos que están llamados tarde o temprano o ejercer responsabilidades de dirección de un Estado.
Parece que España ha optado por inducir a sus jóvenes mejor formados a coger la maleta de la emigración, a la par que abre las puertas de par en par a la nueva versión de la inmigración ilegal. Mientras la inmigración del hambre muere en pateras en el Estrecho, les ponemos pisos de 120 metros cuadrados y terrazas con vistas a ese mar de la tragedia a nuevos ricos de lejanas tierras. Hemos inventado el ciclo de exportar supuestos talentos e importar presuntos delincuentes. Lo alucinante del caso es que a los ocurrentes no se les caiga la cara de vergüenza de salir a contarlo. Y luego se extrañan de que millones de ciudadanos en CataluñaEuskadi, Galicia y Canarias quieran perder esta nacionalidad española de mercenarios.

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Consejo Europeo de otoño o la monótona crónica del IV Reich

La verdad es que desfilar al paso de la oca marcado por la inflexible jefa del regimiento, día tras día, semana tras semana y Consejo Europeo tras Consejo Europeo, ya cansa. Levantar la pierna hasta la altura del ombligo y mantener el equilibrio unos segundos para realizar el cansino movimiento mecánicamente, ya duele. Escuchar cómo marca el ritmo en perfecto alemán, eins, zwei, eins, zwei, auf der linken Siete, auf der rechten Siete, ya agota. Que pase revista mirando el brillo de las botas de sus exhaustos soldaditos Estados miembros, repase la abotonadura de los raídos uniformes de países con déficti y nos caiga su sempiterna bronca por no hacer los deberes de austeridad, ya aburre. Pero lo que resulta verdaderamente insoportable es que la Canciller Merkel reduzca la concepción de construcción europea a los intereses de unos cuantos millones de alemanes cortoplacistas y, sobre todo, que no tenga ni idea a que charca conduce a su sumiso ejército de ocas tristes y desconsoladas. Si al menos supiéramos que el IV Reich nos ofrece la tierra prometida y que Merkel es capaz de lograr que las aguas del Rhin se abran en dos para encontrar el maná después de esta horrible travesía del desierto que está resultando la crisis del euro, podríamos plantearnos si debemos escucharla, pero el monólogo que ha impuesto en las instituciones europeas cada vez convence a menos y empieza a granjearse las fobias antigermánicas de muchos.

El Consejo Europeo de otoño celebrado esta semana en Bruselas ha vuelto a certificar la crónica de unas conclusiones anunciadas: se hace lo que dice Alemania y si se decide lo que no quiere Alemania, entonces se retrasa su cumplimiento o ni siquiera se cumple. Bajo el pacato argumento del que paga manda, Merkel nos quiere hacer creer que todo el proyecto de construcción europea de más de 50 años recientemente premiado con el Nobel de la Paz, se reduce a la contribución actual de sus sufridos súbditos germanos para cubrir las coyunturales deudas de algunos Estados de la Unión Europea. Se le olvida a la líder teutona que este invento de unirnos para no matarnos tiene su origen en el holocausto por ellos provocado de la mano de unos dementes gobernantes nazis. Se le olvida que en un sano ejercicio de reconciliación europea todos aplaudimos la caída del muro, ese disparate de la humanidad. Se le olvida que durante los años de sacrificio para lograr una reunificación de las dos alemanias todos miramos para otra parte cuando ellos incumplían sistemáticamente todos los criterios de convergencia para poder instaurar el euro. Se le olvida para colmo, que el endeudamiento de países como Grecia o España se debe en gran medida a la intervención de los bancos alemanes alentando la fiesta consumista, en el caso español del ladrillo, porque les producían notables beneficios en sus balances. Y se le olvida todo esto porque le conviene ahora aprovecharse de las miserias de otros y al sentirse fuerte sacando tajada del empobrecimiento de millones de personas en Europa, prima el egoísmo cicatero de unos pocos sobre el interés general de 500 millones de habitantes.

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Pero me temo que de nada sirve tratar de hacer recordar a quien no tiene memoria y a quien saca ventaja del olvido. Más práctico sería que tratáramos de adaptarnos a la circunstancia de modo realista y ver la mejor forma de salir de esta situación airosamente. Que Alemania crea empleo cuando los demás lo destruimos o que paga su deuda a seis puntos menos de interés que nosotros no es más que el resultado de cuatro años de crisis donde el poderoso ha impuesto sus normas a los demás. La pregunta es bien simple: ¿es posible lograr un cambio de fuerzas en el conjunto de la Unión sin hacer peligrar su integridad? Si somos capaces de unir esfuerzos sin romper los vínculos de nuestras instituciones para torcer el actual rumbo marcado desde Berlín aún tenemos la oportunidad de hacer posible por más décadas el sueño europeo. No podemos permanecer estáticos como inválidos quejándonos sistemáticamente de las decisiones germánicas convirtiendo la UE en una suerte de juicio maniqueo de buenos y malos. Resulta tan pueril culpar de todo lo que nos sucede a Alemania, por más que su política cicatera sea perjudicial, como pensar que la Unión es un mundo idílico ajeno a intereses nacionales. Necesitamos reaccionar tenemos que movernos y rápido, no podemos acudir a una cumbre más con la crónica de la derrota escrita en ella.

España ha perdido las dos batallas que planteaba en este Consejo. La imposibilidad de aplicar la recapitalización directa de la banca española supone de facto aumentar el déficit público si queremos que el crédito vuelva a fluir en la economía productiva, o eso, o dejamos caer a un 30% de las entidades financieras. “No va a haber ninguna recapitalización directa retroactiva”, dijo tajante Merkel y con ello condenaba a los españoles a nuevos sacrificios. ¿Cuántas nuevas humillaciones puede soportar la dignidad de los ciudadanos griegos, portugueses, españoles y pasado mañana italianos o franceses? De la segunda derrota ni se habló, pues, si no podemos rescatar a la banca sin condiciones adicionales, es preferible aparcar para más adelante la opción de flexibilizar los plazos de cumplimiento de reducción del déficit público impuestos por Bruselas. De momento Rajoy vuelve de la cumbre con 40.000 millones menos o con un punto más de déficit, si lo queremos medir en meros datos cuantitativos. Pero lo más importante es que vuelve a España dejando la sensación a sus ciudadanos de su debilidad, de su incapacidad para ser comprendido y ayudado.

Condenados a dedicar todos nuestros esfuerzos a pagar la deuda contraída, el camino del empobrecimiento y de la venta de nuestros activos parece irreversible. Una senda por la que ya han transitado otros Estados miembros y por el que podrían acabar la mayoría de los países de la Unión. Esa reflexión que ya es bastante unánime, a la vista de las declaraciones previas al Consejo del presidente Hollande y los silencios expresivos del primer ministro Monti, debe conducir a posturas comunes, a alianzas inteligentes para cambiar el rumbo de las políticas europeas. España e Italia, ambas al borde del precipicio, suman más de 100 millones de habitantes hartos de perder calidad de vida culpados de pecados que nunca cometieron. El apoyo secundario – pues nadie puede pensar en la ruptura del eje franco-alemán que dota de solidez a la Unión – de Francia a una iniciativa de mayor integración económica y política supondría el espaldarazo definitivo para que desde el Parlamento Europeo y la Comisión se pongan en marcha medidas de reactivación de Europa por las que clama el mundo entero. Por más que Alemania parece hacer oídos sordos a todos, la rueda se ha parado en la UE, la actividad se viene abajo y ello está produciendo el efecto consabido en una economía mundial globalizada. China se frena a la misma velocidad con que puso en marcha su desenfrenado crecimiento sobre todo porque Europa no compra sus productos. Estados Unidos, más allá de su proceso electoral coyuntural, mira cada vez con más preocupación nuestras broncas internas y ha lanzado severas críticas a la política blindada de Merkel de austeridad, recortes y ajustes. El mundo pide ya a Europa que reaccione y si aunque Alemania no nos siga en primera instancia, tenemos la obligación de ser responsables en conjunto de nuestro protagonismo universal.

La Unión Europea es una realidad mucho más fuerte de lo que perciben sus ciudadanos, la fuerza de su unidad se construye cada día mediante normativas que nos obligan a trabajar juntos. El entramado construido es ya una amalgama de intereses cruzados, de movimiento continuo de mercancías, capitales y personas imparable. Nos jugamos demasiado como para ponerlo en riesgo plantándonos inopinadamente ante Alemania y romper el espacio que tanto nos ha costado construir. Actuar con la sutileza que la situación precisa supone negociar y dialogar entre todos, algo que requiere más diplomacia discreta, paso a paso en cada mesa en cada tema. Europa no puede seguir siendo un monótono desfile al paso que marca Alemania, pero evitarlo es cuestión de ser responsables cada uno de nuestras políticas y de colaborar sinceramente para cambiar su actitud. Si nos limitamos a las grandes declaraciones, las apariciones en medios de comunicación de los líderes reprochando a Merkel su comportamiento y después nos los mismos jefes de gobierno vuelven a sus países con el rabo entre las piernas, la credibilidad de la Unión ante sus ciudadanos se vendrá abajo, más aún de lo por los suelos que ya se encuentra. Sigue habiendo una oportunidad de disolver el IV Reich basta con reaccionar a tiempo.

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Para los que no creen la viabilidad de los pequeños Estados el ejemplo de Chile

Entre el 26 y el 29 de noviembre la Fundación EULAC (Unión Europea América Latina Caribe) ha promovido la celebración de una cumbre de editores de medios de las dos regiones para discutir sobre los problemas de comunicación y de percepción mutua que existen entre las dos opiniones públicas de uno y otro lado del Atlántico. Bajo el título “Invertir en conocernos”, directores de prensa, radio y televisión de los 27 miembros de la UE y de los países que integran CELAC(Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) se reunirán en el viejo y solemne edificio del viejo Senado de Santiago de Chile, que escuchó como último presidente rindiendo cuentas de su gestión a Salvador Allende. La reunión de la Fundación es preparatoria de la Cumbre Unión Europea – CELAC de jefes de Estado y de Gobierno que tendrá lugar también en Santiago el próximo mes de enero y, por tanto, sus conclusiones serán entregadas al Gobierno de Chile para que las incorpore a la agenda de temas a tratar por los altos mandatarios. Parece un hecho relevante que por vez primera los políticos reciban las recomendaciones de los periodistas para que los ciudadanos nos entendamos mejor y seamos capaces de entender las diversas sensibilidades de unos y otros. Como organizador del Congreso, he tenido la oportunidad esta semana de entablar contacto con medios de comunicación, empresarios y el gobierno chileno, una ocasión para tomar el pulso a este pequeño país austral de prestigio internacional bien ganado que crece económicamente de forma sólida. Todo un ejemplo desde lo pequeño pero fuertemente identitario de viabilidad racional.

Para los chilenos las teóricas dificultades de su compleja y estrecha extensión y su poca población respecto a sus vecinos, se ha convertido en el auténtico reto de superación nacional. En poco más de una franja litoral y andina de 4200 kilómetros cuadrados, sus 16 millones de habitantes alcanzan índices de calidad de vida, crecimiento económico, desarrollo humano, globalización y PIB per cápita, que se encuentran entre los más altos de América Latina. Sin ir más lejos, el viernes anunció su crecimiento interanual agosto/agosto que se situó en 6,3% de crecimiento, eso si como me aclaró el presidente de la Cámara de Comercio, en septiembre bajará porque los chilenos tuvieron un puente festivo – alguna vez descansan -. Y es que en América Latina a Chile la llaman el Japón o la Alemanialatina, pero la salvedad es que la potencia nipona tiene 127.000 millones de habitantes y la germánica 82 millones. Desde las tremendas crisis que vivió en los 70 y los 80, fruto de la crisis del petróleo y de los precios de los minerales y, sobre todo, del incremento de los tipos de interés internacionales que provocó una insostenible hiperinflación, Chile se ha convertido en una economía estable que ha crecido en los últimos treinta años por encima del 4%. Es el país latinoamericano con un porcentaje mayor de clase media, es más, en 2010 Chile fue clasificado como un país de renta media-alta por el Banco Mundial. En 2011, el PIB en su valor nominal fue de 248.602 millones de dólares y el PIB per cápita  de 17.076 dólares.

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La tasa de desempleo en Chile es del 6,4% de la población activa, baste recordar que en España es del 25% y la media europea del 11%. La escasa desigualdad de género, cuyo índice en Chile fue de 0,374 en 2011, también incide como variable en el dinamismo de la economía chilena. Chile se ha convertido en plataforma de inversiones extranjeras para otros países de América Latina y muchas empresas han comenzado a instalar sus sedes corporativas en Santiago. También tiene una importante presencia en inversiones en el sector servicios en Latinoamérica. Según datos de 2009, tanto la capitalización bursátil del país, también llamada valor de mercado, que llegó a más de 209.475 millones de dólares, como la inversión extranjera directa, que alcanzó una cifra de más de 12.701 millones de dólares, se encontraban entre las más altas de América Latina.  Tras años aislado, el país se ha convertido en un mercado abierto al mundo. Chile ha suscrito diversos tipos de tratados comerciales —acuerdos de asociación estratégica, tratados de libre comercio, acuerdos de complementación económica y acuerdos de alcance parcial con 58 países, que representan el 60% de la población mundial. Sus principales socios comerciales son la Unión Europea, Estados UnidosCorea del SurChina y el Acuerdo P4 (Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica -. Asimismo, está integrado a diversos foros económicos, como la APEC, y es miembro asociado tanto de laComunidad Andina como del Mercosur. En 2010, Chile se convirtió en el primer miembro pleno de la OCDE en Sudamérica y el segundo en América Latinadebido al reconocimiento en los avances económicos de las últimas décadas, al desarrollo social y a la fuerte reestructuración institucional. Esa increíble actividad de relaciones internacionales de la mano de una diplomacia preparada e inteligente es una de las claves del éxito del país.

La inversión pública lejos de mantenerse en escasos niveles ha venido creciendo de mano de gobiernos neoliberales como socialistas, situando el déficit público en la actualidad en un 9,2% del PIB. Cabe preguntarse desde Europa porque nosotros tenemos que mantener tasas de déficit por debajo del 3% con más del 11% de paro y la actividad estancada y los chilenos pueden gastar más, endeudarse más, para crecer al 6% y crear empleo sostenido. Otra de las claves que explican la buena marcha de Chile es su composición demográfica. Aunque el Estado no hace clasificaciones étnicas de su población y, más bien, la considera un grupo étnicamente homogéneo, existen fuentes que consideran que el grueso de la población chilena pertenece a dos grandes grupos étnicos, criollos y mestizos, que juntos constituyen el 95,4% de la población. Solo un 4% se declara indígena de la etnia mapuche. También ha sido un país que ha recibido escasa población inmigrante, con tasa de migración de 0,35 migrantes por cada mil habitantes y una de las más bajas de Latinoamérica en 2012. Sin embargo, se ha convertido en una tema de fuerte debate la entrada de peruanos en el territorio chileno en busca de empleo dado el fuerte crecimiento del país austral. 250.00 peruanos, con un alto porcentaje de mujeres se instalaron en Chile el pasado año, una cifra inusual para un país que ni emigra, ni recibe inmigrantes. El problema fundamental es que la clase media chilena, formada en buenas universidades públicas y privadas no admite empleo de baja capacitación que están siendo demandados y cuyos destinatarios últimos están siendo los emigrantes. El crecimiento de la población se ha reducido en los últimos años, empieza Chile a sufrir una de las enfermedades endémicas de los países más desarrollados, la baja natalidad. Por contra y fruto de la calidad de vida imperante en el país, la esperanza de vida de los chilenos fue la más alta de Sudamérica en 2011. En 2009, esta era de 78,4 años: 75,7 para los hombres y 81,2 para las mujeres.

Con todos los claroscuros que se le puede poner a la circunstancia económica y social de Chile, la realidad es que respecto a su entorno latinoamericano, en las tres últimas décadas se ha convertido en un referente de estabilidad y progreso. Baste un dato para entender la capacidad de los chilenos para salir adelante en la adversidad. El 25 de marzo de 2012 sufrió un terremoto de más de siete grados en la escala Richter, que no fue sino una réplica del terrible sismo que sufrieron solo dos años antes en marzo de 2010. La preparación del país para estas tragedias en su construcción y el dispositivo de emergencias nacional evito muchos víctimas humanas, pero los daños materiales en ambos casos fueron cuantiosos y, sin embargo, tras caer en 2012 el crecimiento al -1% ese mismo país devastado creció en 2011 un 6% y va camino de hacerlo en esos parámetros en 2012. La reconstrucción se convirtió en un objetivo nacional y solo año y medio después de dos tragedias de esa naturaleza el país funciona a pleno rendimiento.

Lejanos los días del intento de revolución democrática socialista de SalvadorAllende, en la memoria histórica de las víctimas la brutal dictadura del generalPinochet, Chile trabaja no sin críticas y contestación a las políticas de este o el anterior gobierno, pero entorno a un referente de país común, fuertemente liberalizado, pero con el papel de lo público muy presente y abierto a las relaciones internacionales. Sobre estas bases sustenta Chile su crecimiento desde el convencimiento que ser pequeño lejos de ser un problema puede convertirse en una virtud. Ese elogio de lo pequeño que hoy se pone en duda en Europa y más en España, que sacraliza la globalización con una mirada pacata como si ser global fuera sinónimo de ser grande, tiene en Chile un ejemplo a seguir.

Paseando por el barrio de La Bellavista en Santiago, a los pies del Cerro San Cristóbal desde el que se divisa la urbe a los pies de los todopoderosos Andes, me topé con La Chascona, la casa santiagueña de Pablo Neruda. Y recordé sus versos de poeta universal, pero de profunda alma chilena de su Cántico general, “El pueblo victorioso”:

“Está mi corazón en esta lucha.
Mi pueblo vencerá. Todos los pueblos
vencerán, uno a uno.
Estos dolores
se exprimirán como pañuelos hasta
estrujar tantas lagrimas vertidas
en socavones del desierto, en tumbas,
en escalones del martirio humano.
Pero está cerca el tiempo victorioso
que sirva el odio para que no tiemblen
las manos del castigo,
que la hora
llegue a su horario en el instante puro,
y el pueblo llene las calles vacías
con sus frescas y firmes dimensiones.

Aquí está mi ternura para entonces.
La conocéis. No tengo otra bandera.

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Fuga de patriotas

El Estado español está en fuga. Una especie de pérdida de identidad y de capacidad para hacerse con el control de lo que sucede dentro de sus fronteras se está apoderando del subconsciente colectivo. Corren malo tiempos para aquellos a los que se les llena la boca hablando de la fuerza nacional española y que glosan las gestas históricas imperiales. El recurso a culpar de todos los males patrios a las opiniones diversas que se emiten desde posiciones nacionalistas de catalanes, vascos o gallegos, ante una crisis galopante como la que vivimos, suena a poco. Por supuesto que todos nuestros males provienen de ese periodo de infausto recuerdo que significó la transición democrática, cuando en una especie de locura general cedimos a la turba roja de socialistas y comunistas y los indignos deseos de los separatistas pariendo un engendro contra natura patria, como es el Estado de las Autonomías. Pero esta españolísima simplona doctrina ya no resulta suficiente cuando vemos día a día como se caen los frágiles cimientos de eso que algunos llaman grandilocuentemente España. Son demasiados los datos que confirman que la recesión económica se está llevando ese concepto ilusorio por el sumidero. Los más cinco millones y medio de parados, las más de 250.000 empresas que han cerrado, los más de 300.000 jóvenes que han emigrado o los más de 160.000 millones de euros que han salido de España, atestiguan dramáticamente que la fuga obliga a una urgente redefinición del Estado.

Fuga de capitales.- La salida neta de capitales del Estado (sin contar con las operaciones del Banco de España) alcanzó los 163.185,9 millones de euros en los cinco primeros meses del año, de los que 41.294,3 millones salieron sólo en mayo, como consecuencia de la huida de inversiones en cartera, préstamos y depósitos. En el mismo periodo de 2011 el saldo era positivo y se acumulaba una entrada neta de capital de 14.598,5 millones, de acuerdo con los datos de la balanza de pagos. La salida de capitales de España ha convertido al Banco Central Europeo en la principal fuente de financiación de las entidades financieras españolas. Los bancos españoles pidieron en mayo 287.813 millones prestados al BCE. La desconfianza y la incertidumbre han podido con la pasión patria y el dinero busca refugios olvidando los colores de su bandera.

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Fuga de cerebros.- La cifra de desempleo en España para la franja de edad 17-35 años supera el 44%. El Censo de Españoles Residentes Ausentes habla de la significativa salida de jóvenes “muy cualificados” que se van a otros países a trabajar. ¿A dónde se fueron? En Europa, los principales destinos son el Reino Unido, con 7,756; Francia, con 5,264 y Alemania, con 4,408. En América lo sonEE.UU., con 5,042; Ecuador, con 4,182; Venezuela, con 3,033, y Argentina, con 2,931. A Marruecos se fueron 1,557, y a China 987. La salida en masa de una generación de jóvenes supone un fenómeno similar al vivido por países comoMéxico o Argentina en tiempo en que la deuda exterior hacía inviable alcanzar niveles de crecimiento y, por tanto, de creación de empleo en estos países. La resultante clara de la pérdida de población formada y en el inicio de su vida laboral, no es otra que la pérdida de riqueza del Estado.

Fuga del Estado.- La pérdida de peso específico de lo público ante la crisis económica es palpable. En vez de reforzar la autoridad del poder público como garante de los ciudadanos ante la grave situación que atravesamos, los gobiernos de PSOE y PP han aceptado sumisamente el guión marcado desde Bruselas al dictado de Berlín, de ajustes y recortes de las capacidades públicas para hacer frente a la caída de actividad. Sin apenas inversión y con el empleo público reduciéndose hasta cotas dramáticas, el Estado se desvanece como agente protagonista en la sociedad. Los gobernantes disminuidos en sus decisiones aparecen ante la gente como meros peleles de los mercados, inmersos sus partidos en inútiles batallitas echándose la culpa unos a otros del caos. Mientras, Gobiernos autonómicos y Central se enfrentan encarnizadamente por la corroña del un 1% del déficit público, sin ofrecer el nuevo modelo de convivencia que precisamos.

Fuga de sueños.- Lo peor del estado de las cosas que vive España es la pérdida de un horizonte de ilusiones. No tiene nada que ofrecer al mañana, no le quedan sueños que vender a su población que se levanta cada día con la tremenda certeza de que el futuro será irremediablemente peor que el triste presente. No hay ni hoja de ruta, ni rumbo que trazar, ni navegantes que den confianza a la tripulación. La nave ha entrado en un mar de sargazos y se deja ir a la deriva de los vientos que imponen las decisiones. A estas alturas de la película todo el mundo sabe en España que lo que nos vaya a pasar, es decir, la siguiente mala noticia, no depende de nosotros, sino de lo que otros decidan que nos suceda.

Fuga de valores.- Nada es casualidad en el curso de la historia, todo se produce por una conjunción de elementos que se cuecen lentamente en la olla de nuestras relaciones sociales. La sociedad española llevaba décadas descuidando el adn básico de la convivencia cívica. Los valores democráticos se han deteriorado – si es que no se fundaron en el 78 con claras deficiencias – hasta niveles de degradación. Ejemplarizamos sobre ladrones de guante blanco, no tuvimos reparos para mirar hacia otro lado cuando se produjeron crímenes de terrorismo de Estado, sacralizamos un bipartidismo empobrecedor, anatemizamos al nacionalismo periférico y, sobre todo, derrochamos fondos en corrupción en vez de en educación. Esos individuos son los que ahora se enfrentan individualmente a la crisis, sin la fuerza de la solidaridad para salir adelante, porque aquí todo el mundo se ha echado al monte, las empresas grandes aplastan a las pequeñas y no queremos ver el rostro de nuestro vecino no vaya a ser que nos pida ayuda. Una sociedad sin valores, es una sociedad muerta y la nuestra está en la UVI con una enfermedad terminal diagnosticada.

El verano es tiempo de fuga, las temperaturas tórridas de la península suelen servir a episodios de evasiones varias. No seré yo quien evite el bálsamo del descanso y el olvido temporal de los problemas a aquellos que estén en disposición de disfrutar de sus vacaciones, pero tal vez es el momento de reconocer que ese juego de patriotas que desde los bandos nacionales se airea ya no tiene sentido. Seguramente porque siempre fue falso, llamar ahora a las filas por una España que no existe, debería llevarnos a clamar por un Estado posible, el de la suma bajo el mínimo común denominador y el respeto mútuo. Solo ese nuevo pacto social puede evitar la fuga definitiva.

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Peña Nieto o el reto de la normalización y ¡qué viva México!

Enrique Peña Nieto será investido presidente de los Estados Unidos de México y con ello su partido el Partido Revolucionario Institucional vuelve al poder tras doce años desalojado del Palacio Nacional. El PRI, que un día levantó en armas una revolución, después en un ejercicio contra natura la institucionalizó y se convirtió en el sistema y régimen mismo, finalmente fue pasto de su corrupción y de la falta de democracia y libertades en el país. Esa larga travesía del desierto a nivel federal – ya que han mantenido poderosos feudos estatales en estos años – concluye ahora con la victoria del ex gobernador del Estado de México, avalado por su gestión y por sus aires de renovación política ante la debacle electoral de la derecha del PAN representado por la candidata Josefina Vázquez Mota. Cambio anunciado y nada sorprendente, pero al fin y al cabo cambio, salvo por la actitud nada novedosa del perdedor por segunda vez consecutiva en unas elecciones presidenciales, el candidato de la izquierda PRD, Andrés Manuel López Obrador, que no reconoce los resultados y anuncia que se opondrá a las reformas en el Parlamento y en las calles. Según el recuento oficial Peña Nieto ha obtenido el 38% de los votos, López Obrador el 30% y Vázquez Mota el 25%, unos resultados suficientemente claros como para que la sombra de sospecha que pudiera haber sobre supuesta compra de votos no ponga en tela de juicio la libre elección llevada a cabo por el pueblo mexicano como así lo ha puesto de manifiesto el equipo de observadores internacional.

Ante el nuevo tiempo político que se avecina en México conviene analizar el escenario teniendo en cuenta la herencia recibida, los retos que debe afrontar en este sexenio, la personalidad del presidente electo y el tipo de oposición con que se encontrará:

La herencia: Hoy México es la 14ª economía del mundo – coincide con el lugar que ocupa en el globo por su superficie – y sus 112 millones de habitantes tienen una renta per cápita superior a las otras potencias emergentes como Turquía, Brasil, Colombia, Perú, India o China. Durante la última década la inversión extranjera directa ha sido 65% superior a la de Brasil, sus tasas de crecimiento no han bajado del 3% y han alcanzado cotas del 6%, crea empleo sostenidamente – en 2010 780.000 puestos de trabajo – y tiene la tasa de desempleo más baja de Latinoamérica. Exporta más a su vecino gigante, Estados Unidos, de lo que importa de él, de 1995 a 2010, la inflación pasó del 52% al 4,4% y su déficit público se sitúa entorno al 3%, el más bajo de las economías emergentes. Todos estos datos avalan que se pueda hablar del milagro económico mexicano, un fenómeno innegable de no ser por el drama de la violencia que asola el país, con un balance estremecedor: 80.000 víctimas anuales. Una realidad que no sólo ensombrece los éxitos colectivos y de gestión política sino que se convierten en la prioridad de cualquier mandatario que quiera sentirse tranquilo con su conciencia y poner la imagen internacional de México donde le corresponde.

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Retos: Como se acaba de señalar la pacificación es el principal reto que debe acometer el presidente electo. Una guerra más que batalla complicada de librar dado que las mafias organizadas del narcotráfico han logrado la complicidad de importantes niveles institucionales del régimen. Una violencia especialmente feroz contra la mujeres y contra quienes la denuncian, sean medios de comunicación o clase política y que cuenta con la connivencia del enorme mercado de consumo de drogas que supone Estados Unidos, que a su vez encuentra en la violencia organizada un handicap perfecto para lastrar las oportunidades de México como potencia mundial. Las bandas mexicanas están sólidamente organizadas, bien financiadas y armadas y sus miembros no tienen nada que perder muriendo y mucho que ganar con una vida entregada a la delincuencia. Conocida es su extrema barbarie y la capacidad de cometer todo tipo de atrocidades rayando el salvajismo, lo que produce un efecto de pánico en la población que condiciona el silencio cómplice en muchas localidades con la actuación de los criminales. Peña Nieto hereda el reto de la normalización, en primer lugar, en forma de paz y orden frente al crimen organizado. Un reto en el que su antecesor, Felipe Calderón, ha fracasado pese al empeño puesto en que el que se ha dejado incluso la vida de allegados colaboradores. De fondo quedan también reformas trascendentales para asentar definitivamente a México en el contexto de las grandes democracias mundiales. Reformas económicas como la liberalización de sectores estratégicos como el todopoderoso sector petrolífero, reformas sociales que sigan estrechando la brecha social sobre todo profundizando las inversiones en educación como las llevadas a cabo en la última década. Y reformas de transparencia política que definitivamente acallen las voces que acusan de corrupción a los mandatarios, como ha sucedido con el movimiento juvenil #Yosoy132, verdadero artífice de la remontada hasta el segundo puesto de López Obrador.

El presidente: Se dice de él que es el presidente joven del partido viejo, tal vez esa dualidad ha sido la fórmula del éxito. De familia de políticos, ha forjado su candidatura en base a la gestión que realizó de 2005 a 2011. Peña Nieto basó su gestión al frente del gobierno del Estado de México en el cumplimiento de los compromisos adquiridos en campaña. En total firmó 608 compromisos ante notario público, los cuales cumplió durante los 6 años de gobierno, a través de más de 790 obras y 63 acciones de gobierno. Los más importantes fueron los de infraestructura en carreteras, cuya red se triplicó en su sexenio. Las principales obras de transporte público fueron las del Tren Suburbano (en conjunto con el Gobierno Federal y del Gobierno del Distrito Federal) y el Mexibús, ambas para comunicar al Distrito Federal con la zona metropolitana del Estado de México, los cuales dan servicio a más de 200 mil personas cada día. En el área de salud, se construyeron 196 hospitales y centros médicos en el estado y se duplicó el número de unidades móviles para llevar atención médica a las regiones más alejadas y vulnerables. Unos logros que unidos a su oferta electoral de cambio y renovación, no sólo en el país, sino en su propio partido, le han granjeado una amplia mayoría en las elecciones del pasado domingo.

El opositor: enfrente tendrá el nuevo presidente al sempiterno opositor en estos últimos seis años y otros seis más. López Obrador, que militó en el PRI cerca de 20 años, se ha convertido en el irredento defensor de la arcadia revolucionaria mexicana, una especie de salvador del pueblo que desde un discurso fácil que cala en la capas sociales más bajas pone en cuestión el sistema sin aportar alternativa posible. El conoce bien las dificultades por la que puede atravesar el mandato de Peña Nieto, sabe que si se tuercen las cosas económicamente, por ejemplo, con la caída del precio del crudo, por contagio de la situación en la zona euro o por repunte inflacionista fruto de un crecimiento desmedido de la demanda interna, el presidente se encontrará con una fuerte respuesta en la calle y en las zonas más desprotegidas del país. Su oportunidad se basa en el fracaso del proceso de normalización y consolidación democrática que debe emprender Peña, solo del desastre de México obtiene él su victoria y a ese objetivo, sin duda, dedicará todos sus esfuerzos, como ya ha demostrado al cuestionar la legalidad de los resultados. Cuenta además con unos aliados indirectos, los todopoderosos paquidermos de la política priista, muchos de ellos reyes de taifas en los estados de los que son gobernadores, que no ven con buenos ojos los vientos renovadores de su líder federal.

México afronta una nueva encrucijada, la del paso de potencia emergente a líder mundial. En sus manos está el destino de un centenar de millones de personas, los más numerosos de habla hispana. Su impronta en cultura y forma de hacer es más necesaria que nunca en un mundo globalizado, donde la vieja Europa en crisis necesita más que nunca la sabia nueva de un continente americano, donde los mexicanos deben ser decisores de primer nivel. Con Peña Nieto debe llegar esa normalización para que todos podamos gritar con ellos, ¡qué viva México!

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El rapto de Europa

Cuenta la leyenda mitológica griega que Zeus, en su faceta de incansable conquistador de diosas, ninfas y mortales, puso sus ojos en la bella princesa fenicia Europa. Con el fin de seducirla se transformó en un toro blanco y se mezcló con las manadas del padre de Europa, el rey Agenor. Mientras Europa y su séquito recogían flores cerca de la playa, ella quedó prendada del toro, acarició sus costados y, viendo que era manso, terminó por subir a su lomo. Zeus aprovechó esa oportunidad y corrió al mar, nadando con ella a su espalda hasta la isla de Creta. Entonces reveló su auténtica identidad y Europa se convirtió en la primera reina de Creta. El padre de Europa, corrió desconsolado el resto de su vida por todos los caminos que sus fuerzas pudieron recorrer al grito de ¡Europa!, ¡Europa!, nombre que quedó grabado en la memoria de los habitantes de los lugares por los que pasó y que, por ello, acabó dando nombre al continente. Zeus le dio tres regalos a Europa: Talos, un autómata de bronce; Laelaps, un perro que nunca soltaba a su presa; y una jabalina que nunca erraba. Hoy ha querido la historia que la leyenda ilustre la paradoja que vive nuestra Unión Europea sin cambiar de escenario, en las tierras helénicas bañadas como en los tiempos del mito por las aguas del Mediterráneo. En Grecia, de nuevo, se representa las escenas más épicas de la ya vieja Europa.

Sabido es que los griegos clásicos construyeron su universo mitológico para explicarse el cosmos y su existencia humana plagado de dioses que lejos de ser justos, adolecían de las mismas debilidades que el hombre pero dotados de poderes superlativos. Caprichosos y egoístas, ponían en riesgo el equilibrio de las cosas y no dudaban en emplear la fuerza y el engaño en sus múltiples enfrentamientos, incluso, entre dioses padres e hijos. Supongo que a todos nos suena esta situación y que cualquiera podría imaginar en las reuniones del Consejo Europeo a nuestros 27 jefes de gobierno en el Olimpo de Bruselas, discutiendo ajenos a la realidad mientras, ajenos a los comunes mortales, ciudadanos que asistimos atónitos a las consecuencias de una crisis que destruye el empleo y socava día a día los cimientos del Estado del bienestar. Encerrados en sus moradas de cristal, los políticos europeos parecen no querer enterarse de que su mundo se derrumba porque el nuestro ya se ha venido abajo. Pelean por la supremacía olímpica y por enviar al inframundo a esos dioses variables que no han cumplido las reglas del juego. MerkelSarkozy antes y ahora cumplirá el mismo roll Hollande, han enviado al invierno que supone la intervención económica a PapandreuBerlusconiCowenSócrates y Zapatero. Sus sucesores, PapademosMontiKennyPassos Coelho y Rajoy, se dedican a administrar bajo mandato de los dioses olímpicos, la penuria y la miseria de unas políticas de ajustes que han demostrado que solo sirven para condenarnos a todos a la recesión.

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Nuestro mundo, aquel que construimos con el esfuerzo de la solidaridad y la ilusión del sueño europeo común, de tanto precipitarse hacia el abismo en los últimos tres años, se viene abajo por la fuerza de la gravedad, por esa insoportable levedad del ser que se pliega a la incercia de los acontecimientos. Todos sabemos que el desastre es inminente, incluso hablamos sin rubor de sus consecuencias, pero nadie es capaz de hacer nada. Miramos al Olimpo buscando una señal que nos dé confianza, que nos marque el camino hacia esa nueva tierra prometida europeista, pero solo nos llegan los ecos de sus broncas, los rumores de desunión, los reproches mutuos y el ruido ensordecedor de sus escándalos de corrupción. Pero mientras, la gente sufre, padece el dolor de un empobrecimiento que está abriendo una brecha social profunda entre ricos y pobres. Mientras, la sanidad pública se desmantela y sus profesionales trabajan al límite malpagados. Nuestros hijos cada vez se educan peor porque no hay recursos para tener los mejores profesores. No investigamos, ni innovamos porque no tenemos ni ideas para enfocar hacia dónde mirar, ni fondos para destinarlos. Mientras nuestros mayores han pasado de ser atendidos a tener que atender a sus hijos en paro y a sus nietos sin hogar. Estamos asistiendo al desahucio social, a la expulsión a la marginalidad de una buena parte de nuestra sociedad. Y nadie hace nada…

Asistimos a una de las transformaciones del mundo más vertiginosas de la historia. Pero deberíamos tirar de Einstein y relativizar la situación, al fin y al cabo, solo estamos ante una minúscula partícula del tiempo en evolución, por mucho que para nosotros sea la única transcendental porque es la que nos ha tocado vivir. Huir del drama y la tragedia como forma de representación de lo que está sucediendo es la primera de la tareas a las que deberíamos enfrentarnos. El cambio es consustancial a la esencia terrenal y humana, algo que sin embargo sigue provocándonos temor y parálisis. Tenemos una Unión Europea de solo 50 años de vida y una moneda única de poco más de diez. Es lógico que como el adolescente al que le duelen los huesos, le sale acné y sus hormonas se revolucionan, nuestro proyecto en común en crecimiento muestre síntomas de juventud. Pero si seguimos teniendo la firme determinación de seguir creciendo, de seguir apostando por un espacio en libertad, de profundizar en la democracia y la transparencia de nuestras actuaciones, de redimensionar nuestro edificio de derechos y coberturas sociales, acabaremos madurando y demostrando al mundo que ese joven que tantos desvelos supuso un día para todos, es de nuevo el referente universal de civilización.

No tiene sentido que la Unión Europea que sigue suponiendo la organización supranacional con más calidad de vida del planeta vea cuestionado su futuro por los mercados. Algo falla de base en el planteamiento: si nuestra deuda es la más cara por las incertidumbres que provocamos, ¿qué será entonces del futuro del resto de mundo que necesita de nosotros comercialmente para seguir viviendo? ¿Pueden los mercados afirmar que el futuro de economías tan dependientes como la china, la hindú, la brasileña o la turca por poner algunos ejemplos de Estados emergentes es más predecible? Y que decir del resto del mundo aún atrapado por la hambruna y las desigualdades, África entera y gran parte de Asia o América Latina, ¿son poblaciones cuyo futuro pinta mejor a corto o medio plazo que el nuestro? Situar a Europa como el paradigma del problema mundial es tan ridículo como racionalmente insostenible. Otra cosa, bien distinta, es que se apele a nuestra responsabilidad de ricos egocéntricos para que no nos convirtamos una vez más en escenario de conflicto y seamos capaces de liderar las ideas de futuro de la humanidad. Todos necesitamos más Europa, no sólo los europeos, el resto del mundo también nos necesita. Hemos sido a la vez los pueblos más guerreros y que más sacrificios en vidas han supuesto a la humanidad en su historia y de la misma forma el continente que más ideas a aportado al ser humano. La Unión solo tiene un sentido: apostar por el lenguaje de la palabra y abandonar la semántica de las armas, algo que solo será sostenible si nuestros políticos son capaces de hacer política con mayúsculas para el ciudadano, para resolver sus problemas.

Europa como su dioses del Olimpo se enfrenta a una guerra de Titanes, la guerra contra la especulación, la avaricia, la ilegalidad, el fraude, esos dioses que gobiernan los mercados a su antojo, sin que el poder de representación pública de gobiernos e instituciones haya sido capaz de hacerles frente hasta ahora. Tenemos armas, las del derecho, las de la democracia, la de nuestros ciudadanos libres decididos a no dejarse amedrentar por las agencias de rating o las primas de riesgo. Somos más y más fuertes en razón y convicción, solo tenemos que creérnoslo. Sólo necesitamos que Zeus, sea Merkel o quien sea capaz de liderar esta contienda política, reúna a sus hermanos dioses en el próximo Consejo Europeo del 28 de junio y tomen medidas que destierren al Tártaro, el peor lugar del inframundo a los Titanes que pretenden acabar con nuestra civilización forjada a través de siglos de conquistas sociales. Salvar el euro en sus integridad, salvar a los griegos de su particular tragedia y abrir la senda del crecimiento económico son las primeras batallas de las que deben salir victoriosa y para eso Europa sigue contando con su autómata de bronce, su perro que no suelta a su presa y la jabalina que nunca yerra.

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Un nuevo sistema financiero internacional es posible y urgente

Que la profunda crisis económica que vivimos en el mundo tiene sus orígenes, al menos noticiosos, en la ya histórica quiebra de Lehman brothers el 15 de septiembre de 2008, nadie lo duda. Que detrás del hundimiento de la firma deWall Street, en sus podridos cimientos, residían los males enfermizos de una sociedad cuyos valores habían degenerado, también es un hecho reconocido. Y que, todo aquello fue posible por el efecto trepidante de la globalización y, con ella, la aparición de Estados emergentes en el escenario geoestratégico internacional, tampoco es refutable. Si estamos de acuerdo en el diagnóstico y que las consecuencias de la caída del sistema financiero y monetario internacional están provocando la parálisis de la economía productiva, resulta inverosímil observar cómo los mandatarios mundiales son incapaces de poner en marcha medidas con la urgencia que la situación precisa, para instaurar un sistema nuevo acorde con las nuevas necesidades que los ciudadanos requerimos.

El Sistema Financiero Internacional es el conjunto de instituciones públicas y privadas (Estado y particulares) que proporcionan los medios de financiación a la economía internacional para el desarrollo de sus actividades. Estas instituciones realizan una función de intermediación entre las unidades de ahorro y las de gasto, movilizando los recursos de las primeras hacia las segundas con el fin de lograr una más eficiente utilización de los recursos. Esa necesaria colaboración entre las Instituciones Públicas: Bancos Centrales, Organizaciones Supranacionales, Ministerios de Economía, etc. y las Instituciones Privadas: Bancos y Cajas, Grandes Superficies, Compañías de Seguros, Grandes Constructoras… requiere de una normativa de fiscalización de actividades cuyo único fin debe ser el de garantizar el correcto funcionamiento del sistema. Algo que es obvio que en el pasado reciente y en el presente no existe.

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Heredamos de Bretton Woods – la conferencia que instituyó el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial – un Sistema Monetario que se encuentra en transición fundamentalmente por el cambio en el equilibrio de poder que está teniendo lugar en la economía mundial a favor de las potencias emergentes. Asimismo, las actuales reglas de funcionamiento del SMI se han mostrado poco efectivas para resolver los desequilibrios macroeconómicos globales de forma coordinada (algunos de ellos se han reducido por el propio efecto de la crisis pero no por la cooperación entre Estados) y plantean dudas sobre los elementos de liquidez y confianza debido a que el dólar está cada vez más cuestionado como moneda de reserva global. Sin embargo, por increíble que parezca, no se vislumbran alternativas claras al actual patrón flexible basado en el dólar como porque el actual statu quo sirve bien a los intereses de corto plazo tanto de EE.UU.como de China. Ambos juegan hipócritamente a tirarse los trastos a la cabeza mientras los demás pagamos los platos rotos de su teórico desencuentro monetario.

En la eurozona, mientras no se resuelvan los problemas de la crisis de la deuda soberana, será difícil que pueda adoptarse una posición común y firme en asuntos monetarios internacionales que permita a la Unión ganar poder e influencia. En Europa estamos ante un momento decisivo, pues, si la crisis del euro sirve para fortalecer los mecanismos de gobernanza internos de la moneda única y avanzar en reformas que permitan a las economías europeas aumentar su potencial de crecimiento, se allanaría el camino tanto para que el euro tenga un mayor peso internacional como para que la zona euro pueda moldear los cambios que en el futuro se habrán de producir en el SMI. Nuestros gobernantes deben ser conscientes de que en sus manos está cambiar el sistema y convertir de nuevo a Europa en eje de las ideas de progreso mundial.

El mundo se acelerado al globalizarse y son muchos más los decisores en los mercados, esa ecuación relativizada de la economía está tensionando las grandes estructuras de la banca internacional, incapaz de dar servicio desde sus atalayas de poder a un paisaje complejo y cambiante. La esencia de  la actividad financiera no es otra que la movilización del ahorro y ponerlo a disposición de quienes necesitan financiación externa para crear riqueza, es decir, la actividad financiera, es fundamental en cualquier economía. Nadie puede pretender renunciar a ella para volver a los tiempos de trueque en una especie de regresión a la imaginaria arcadia paleolítica. Ante el pánico que generan las entidades financieras, no se trata de salir corriendo a sacar el dinero de los bancos, sino de poner en marcha un nuevo sistema, mucho más ético y eficaz para el mundo actual. En lugar de ser un sistema cada vez más centralizado y concentrado, como quieren los dueños de la banca privada para controlar mejor a los mercados y a la sociedad, deberíamos optar por un sistema descentralizado, creando redes y un sistema de finanzas multinivel y multifuncional, porque es fundamental que la gente que ahorra sea dueña también del destino de su ahorro, que intervenga a la hora de decidir su uso. En el fondo, se trata de devolver el poder al ahorrador y al demandante de financiación, convirtiendo al intermediario en lo que es, una herramienta al servicio de aquellos.

Nos gobierna una suerte de capitalismo financiero o de accionistas anónimos, el poder de los “intereses financieros” sobre la economía “real” ha aumentado enormemente, subordinando todas las actividades económicas a obtener beneficios en los mercados financieros y creando instrumentos financieros para obtener beneficios sólo a través de los mercados financieros, fracasando a la vez en dar servicio a la producción y agricultura sostenibles, y al ahorro estable de los clientes “normales”. Se requieren nuevos mecanismos de control internacional de las transacciones; de fiscalización de los receptores de crédito – para que estudiantes o homeless como ha ocurrido no se conviertan en tapaderas de negocios de ingeniería ficticia financiera -; grabar las actividades especulativas de los movimientos a corto; control público de las agencias de calificación; lucha contra el fraude especialmente en paraísos fiscales o limitar los llamados productos derivados y exigencia de responsabilidades penales a los directivos que hayan incurrido en malas praxis en su gestión. La tarea requiere de un diálogo y consenso general pero los europeos podemos convertirnos en la vanguardia de un proceso que no podemos aceptar que no sea posible y cuyo carácter de emergencia nadie puede rebatir, salvo aquellos muy pocos que se enriquecen a costa del empobrecimiento de los demás.

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Construyendo puentes: Unión Europea – América Latina Caribe

Se ha celebrado esta semana en Bruselas el seminario organizado por el diarioAquí Europa bajo el título “Construyendo puentes, Europa, América Latina, Caribe”. Los ponentes – dirigentes del ParlamentoComisión y Consejo europeos,Eurochambres, embajadores ante la UE de MéxicoBrasilChile y Colombia,Fundación EULAC y compañías globales como Microsot Telefónica – han puesto encima de la mesa los distintos temas que a lo largo del año 2012 van a centrar la agenda de relación entre las dos regiones. A saber, objetivos y temario de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno UE-ALC – América Latina Caribe – de Santiago de Chile en enero de 2013; la ratificación de los acuerdos comerciales de la UE con Colombia, Perú y Centroamérica; la negociación de la Ronda Mercosur; el arranque de la Fundación EULAC y el inicio de conversaciones para un tratado comercial preferente con EcuadorBolivia.

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A modo de pinceladas gruesas, impresionistas, del termómetro de la relación UE-ALC les dejo a continuación escritas frases y datos de los cualificados ponentes del seminario:

“Es necesario impulsar el concepto de diplomacia económica con cinco vectores básicos: 1) transparencia de negocio creando un Registro Mercantil común; 2) dotar de confianza legal con órganos de arbitraje UE-ALC; 3) clima de negocio gracias a la formación en común empresarial; 4) movilidad empresarial mediante un Erasmus para empresarios de los dos lados y 5) innovación promovida desde clusters UE-ALC”.

“La relación debe dejar de ser retórica para pasar a la acción y debe cambiar el lenguaje de la cooperación para el desarrollo por el de la colaboración económica”.

“La cumbre de Santiago será la primera que producirá entre dos organismos supranacionales, la UE y CELAC – Comunidad de Estados Latinomericanos y Caribeños – lo que demuestra un alto grado de madurez en procesos integradores”.

Brasil es el cuarto inversor mundial en la UE con 80.000 millones de € al año y ésta invierte en América Latina más que ChinaRusiaIndia juntos. América Latina podría exportar ya un 30% más a la UE. Europa exporta a ALC bienes de alta gama y calidad que son complementarios y no competitivos como los chinos de los productos latinoamericanos. La evolución de las exportaciones mundiales a ALC en la última década muestra un fuerte descenso de EE.UU. aprovechado por China mientras la UE ha sido capaz de mantener niveles similares en estos años”.

“La Unión Europea y América Latina componen el mayor espacio de paz y democracia del mundo hoy: 60 Estados y 1.100 millones de habitantes”.

“La crisis en la UE es mutante como la piel de una serpiente, primero fue financiera, después de la deuda soberana, luego de crecimiento y ahora de empleo, por eso llegamos siempre tarde para resolverla, nos lleva con la lengua fuera. Seguramente porque el viejo continente se está convirtiendo en un continente de viejos, mientras que el nuevo mundo latinoamericano está gestando un mundo nuevo. Por eso la crisis es una llamada a la humildad y a la oportunidad de una relación más madura de igual a igual”.

Más allá de lo expuesto en Bruselas, la realidad cruda es que Europa vive inmersa en un proceso de reducción de déficits públicos y de reestructuración de la deuda soberana de algunos de sus Estados, en pleno escenario de crisis, con bajos niveles de crecimiento económico, inflación al alza y destrucción de empleo. Un panorama que caracterizó en la década de los 80 y de los 90 a las grandes economías latinoamericanas, en casos tan paradigmáticos como el de Argentina, México o Brasil. Fueron años de intervención del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, de “corralitos” monetarios, de dolarización y mercados negros, de insolvencia de sus entidades financieras y de impagos de compromisos internacionales en la Región. La credibilidad de Latinoamérica estaba por los suelos y sus sistemas políticos alternaban etapas de democracia sumida en la corrupción, con periodos de caudillismos, populismos o dictaduras sin reparos en la vulneración de los derechos humanos. Desde entonces el camino recorrido por gobiernos, pero sobre todo por la ciudadanía del otro lado del Atlántico, ha transformado profundamente los indicadores de la Región. Con todos los riesgos que se le quieran poner, el continente crece, crea empleo, controla sus déficits y se siente joven para acometer los complejos retos de futuro en una economía globalizada.

Los tiempos han cambiado tanto, que ahora es en Europa donde interviene el Fondo Monetario Internacional, pero por otro lado, las inversiones directas de empresas alemanas en Latinoamérica y el Caribe se han duplicado en los últimos 10 años. La presencia española en sectores como el financiero y el de las telecomunicaciones en cuantiosa. Y FIAT es más grande en Brasil que en Italia. En Europa, en las actuales circunstancias, crece el interés por América Latina. No hay mejor terreno para retomar el crecimiento ante los límites de sus maduras y traumadas economías. Por ello un tema clave es  descifrar hasta qué punto la comprometida situación financiera y fiscal de la Euro Zona sustraerá liquidez para sostener el ritmo de inversión extranjera europea en la región latinoamericana. Así las cosas, Latinoamérica tiene una posición muy privilegiada para consolidar cadenas de valor apoyadas en la asociación con capitales europeos.

Pero no nos engañemos, para que la realidad de una necesaria cooperación europea prospere, primero tenemos que conocernos, no podemos seguir ignorándonos. Del conocimiento mutuo entre nuestras heterogéneas opiniones públicas surgirá el encuentro necesario. La oportunidad que supone la cumbre de enero en Santiago de Chile debe ser aprovechada con el trabajo a lo largo de este año. Si no nos conocemos, no nos entenderemos y si no nos entendemos no cooperaremos. Socios globales: ese es el estatus de relación birregional al que debemos aspirar dos áreas de civilizaciones comunes. Tenemos mucho que aprender los unos de los otros, pero más que hacer el retórico repertorio de oportunidades, toca trabajar en serio por ellas.

Si tenemos que mirar hacia adelante para explorar las enormes posibilidades que nos brinda la colaboración birregional convendría recordar las palabras que nos han dejado escrito dos grandes humanistas de nuestro espacio intelectual universal. El mexicano Carlos Fuentes nos advirtió de que “tenemos un pasado que debemos recordar, pero que sobre todo tenemos un porvenir que podemos desear”. Y unos cuantos años antes, el español Miguel de Unamuno nos recomendó que “procuremos más ser padres de nuestro porvenir, que hijos de nuestro pasado”. Extraordinario reto el de europeos y latinoamericanos de labrarnos un provenir común. Dialoguemos y trabajemos por él.

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