¿Rescate, intervención, préstamo?… no, secuestro

Podemos estar discutiendo nominalmente hasta la saciedad cómo se llama lo que nos ha sucedido este fin de semana, pero la realidad pura y dura es que rescate, intervención o préstamo, España requiere un máximo de 100.000 millones de euros de ayuda europea, con supervisión compartida con el FMI para sanear la deuda privada residenciada en las entidades financieras españolas. Estrena España método en todos los sentidos, pues, solicita “lo que sea” en medio de un cambio de mecanismos instrumentados al efecto por la Unión Europea. Hasta ahora los rescates europeos se realizaban a través del fondo llamado de Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF) de rescate temporal, cuya vigencia se extiende hasta mediados de 2013. El nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), el fondo de rescate permanente fijado a través de un Tratado por los países miembros del euro, debería entrar en vigor del MEDE  el 1 de julio, aunque es probable que se retrase al 9 de julio ya que de momento solo ha sido ratificado por cuatro Estados. El dinero de estos fondos proviene de aportaciones de los países y del endeudamiento de los mismos gracias a los avales. Si sumamos las cantidades de rescate que la UE ha realizado a Estados del euro en estos últimos tres años –Grecia, 240.000, Irlanda 85.000, Portugal 80.000 y ahora España 100.ooo – suman la escalofriante suma de 505.000 millones de euros, traducido medio billón de euros. Un efecto dominó de dedicatoria de fondos públicos para satisfacer intereses de mercados entregados a la especulación.

Es evidente que los mecanismos de la Unión no han sido capaces de establecer cortafuegos en la eurozona, los problemas de unos se han ido transmitiendo a otros aunque fueran de naturaleza y cuantía diversa. Compartimos moneda de la misma manera que compartimos riesgos, alguien debería aprender de una maldita vez una lección que está costando demasiados sacrificios a los ciudadanos europeos. Vamos de seis meses en seis meses demostrando al mundo nuestra firme determinación de derrochar dinero para tapar vergüenzas transfronterizas, de la misma forma que acto seguido los mercados castigan al siguiente Estado en la lista cada vez más engrosada de los “malditos”. Y, por supuesto, que hay razones para los ataques especulativos, pues, pusimos en marcha una unión monetaria pensada para tiempos de bonanza como si la crisis no existiera y con demasiadas divergencias presupuestarias y fiscales entre los miembros del euro. Ahora, bajo el estricto mando de la canciller Angela Merkel, los ajustes y recortes sociales avocan a los Estados intervenidos a ciclos de recesión y, por tanto, de empobrecimiento relativo de sus clases medias. Nos pongamos como nos pongamos, el contagio de este círculo vicioso es ya una realidad que afecta al corazón mismo de la moneda única y de todo el entramado comunitario. En la teoría de prestar con condiciones leoninas, Alemania se puede quedar sola en una Europa asolada por el desempleo, el consumo hundido y los derechos sociales desmantelados.

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En todo caso, si nos ceñimos a las consecuencias que puede traer en España esta novedosa fórmula de préstamo cabe realizarse una serie de preguntas a las que por intención o desconocimiento el gobierno Rajoy no ha aportado respuestas:

1.- ¿Por qué se ha realizado la petición antes de concluir las evaluaciones que realizan las consultoras contratadas por el BCE y por el gobierno español y qué les hace cifrar en 100.000 millones de euros lo que según el FMI como máximo afectaría a entidades financieras españolas por valor de 46.000 millones de euros? Si las prisas tienen que ver con las elecciones griegas del próximo domingo 17, ha habido tiempo para realizar estos trabajos, luego alguien ha pecado de dejadez ante un tema crítico.

2.- ¿A qué se van a destinar las ayudas a la banca? El problema de insolvencia lo ha provocado el cambio de legislación llevado a cabo por el ministro De Guindos al obligar a provisionar hasta el 80% aquellos activos inmobiliarios de bancos y cajas que no se destinen de inmediato a promoción. Esta mera modificación contable ha supuesto la quiebra de entidades como Bankia de la noche a la mañana, pues, lo que un día podía valer 100 puede valer 20 sin contar con las suficientes provisiones de capital para hacer frente a estas pérdidas en balance. Si como podemos temernos, ahora esos 100.000 millones de euros se destinan a provisiones inmovilizadas, el crédito seguirá congelado y habremos dedicado un ingente cantidad de dinero exactamente a lo contrario que precisa nuestras economía.

3.- ¿Qué vamos a hacer con el 10% de incremento de déficit público que suponen las ayudas? Por más que el gobierno trate de explicar que el préstamo no cotiza como desequilibrio presupuestario y, por tanto, requiere mayores emisiones de deuda, es obvio que el mecanismo de su cesión a través del FROB y con el aval del Estado, no deja lugar a dudas sobre la naturaleza de dinero que recibiremos. Y siendo eso así, falta por conocer el margen de negociación que le queda a España para incumplir el pacto fiscal que hemos rubricado en la Unión Europea y que nos obliga este año a alcanzar el 5,3% de déficit público y en 2013 el 3%.

4.- ¿Qué medidas adicionales de ajuste se van a instrumentar para reducir los nuevos desequilibrios presupuestarios provocados por el préstamo a la banca? Sea por la vía de incremento de impuestos, con el IVA como abanderado principal pero no único o sea mediante reducción de salarios públicos, aumento de la edad de jubilación y menores niveles de prestación de servicios sociales, parece que nadie nos salva de pagar los intereses de la deuda y de la propia ayuda, mediante nuevos sacrificios de los ciudadanos.

5.- ¿Qué garantía tenemos que esta medida de enorme impacto y brutal cuantía va a “calmar” las ansias especulativas de los mercados? Alguien tendrá que explicarnos qué ganamos con destinar fondos a la banca para depositarlos inertes sobre suelos baldíos y no emplearlos para regenerar el tejido de la economía productiva.

Son demasiadas preguntas gruesas, de fondo, como para admitir que de la noche a la mañana hemos resuelto nuestros problemas y la mirada perversa de los especuladores va a apartarse de nosotros en busca de nuevas víctimas más propicias. Si la solución de la crisis de la eurozona fuera tan simple ya la habríamos resuelto hace años. Somos vulnerables porque no hemos sido capaces de demostrar a los mercados nuestra capacidad para poner en marcha herramientas de gobernanza económicas y, sobre todo, políticas a la altura de las necesidades de nuestra moneda, de nuestra unión y de un mundo globalizado, acelerado y con gigantes emergentes pidiendo su oportunidad en la toma de decisiones universal. Pero me sigue quedando la pregunta del millón, que no de los 100.000 millones, les saldría mucho más barata contestarme que solicitar la ayuda: ¿qué pasaría si permitimos de forma natural que alguna de las entidades financieras aquejadas del mal inmobiliario llegara a quebrar? Dado que cuando se inició la crisis internacional con la caída de Leheman Brothers por ley se elevó la cuantía del Fondo de Garantía de Depósitos a 100.000 euros por depositario y que además se garantizan las cantidades en cuentas corrientes, ¿por qué tenemos socializar los riesgos de quiénes invirtieron en activos de dudoso valor? Supongo que mi pregunta es tan inocente que no tiene respuesta en un mundo bancario repleto de malas praxis que llevan a un director de sucursal a vender acciones preferentes de su banco a analfabetos que firmaban los documentos de compraventa con su huella dactilar. Si a esas actitudes no solo no les aplicamos la exigencia de responsabilidades judiciales y les tapamos las vergüenzas con miles de millones de euros, solo me queda volver a preguntar, ¿por qué lo llamamos amor cuando queremos decir sexo?

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