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Realidades demagógicas

viernes, 29 de febrero de 2008

Jean-Paul Sartre, que era un filósofo de los que, como escribió Carlos Marx en su undécima Tesis sobre Feuerbach, no pretendía sólo interpretar el mundo, sino transformarlo, se preguntaba con mucha amargura hace medio siglo para qué sirve la literatura ante la realidad de cientos de miles de personas que mueren de hambre a diario. ¡Qué tiempos aquellos! Aquí y ahora, nuestros politicastros en campaña no filosofan: recolectan votos ofreciendo lo que sea. Tienen remedio para todo. Y si las portadas de los periódicos y los telediarios se llenan de referencias a crímenes machistas, no se arredran: de no estar diciendo apenas nada (o nada, a secas) sobre el asunto, lo convierten en su preocupación central y se lanzan en tromba a proponer medidas para solucionarlo.

Lo que nunca admitirán es que hay una nutrida colección de problemas gravísimos que carecen de solución plena dentro de los parámetros que rigen nuestras actuales sociedades. La criminalidad machista no es sino un efecto (muy extremo, pero concordante) de la concepción del mundo patriarcal, según la cual los hombres son los que dictan lo que sus mujeres pueden y no pueden hacer, y cómo y cuándo han de hacerlo. Hay excepciones a la regla, por supuesto, y muchos se las arreglan para que su dictadura se revista de dictablanda. Es también cierto que las medidas preventivas y punitivas, así como los avances propiciados por la difícil educación igualitarista de la gente menuda, pueden paliar algo el horror. Pero no acabarán con él, mientras subsista el sistema patriarcal.

¿La miseria en el mundo? Lo mismo. Cuanto se haga para reducirla, bienvenido sea. Pero mientras la Humanidad esté sujeta a un sistema económico que estimula la concentración de la propiedad en pocas manos (eso que antes se llamaba «capitalismo»), que nadie espere acabar con ella. Son muchas las gravísimas injusticias que no resultan de meros desajustes del orden social vigente. Que le son consustanciales. Denunciarlo suena a demagogia. Pero la demagogia no está en las denuncias, sino en las realidades.

POR JAVIER ORTIZ

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